Final

1.4K 116 19
                                    

Miedo, alegría, pánico, expectación, angustia, esperanza. Un cóctel molotov que me lleva al borde de ese precipicio al que me he estado enfrentando tantos meses, derribándome y haciéndome caer en sus profundidades.
Doy un paso atrás, deseando volver al viaje en caravana y que todo vuelva a ser sencillo, mero sexo.
Él mira atentamente mi reacción y yo siento que mi cuerpo no expresa el remolino de mi interior, estoy congelada.
Puedo lidiar con muchas cosas, pero con esto no. ¿Qué debería hacer? ¿Fingir que no me duele pensar en el pasado? ¿Aceptar sus sentimientos sin pensar en cómo afectaría a los míos? Me da miedo que permitirme quererle sea sinónimo de volver a dejar de quererme a mí misma.
—Abril... Te quiero —vuelve a repetirlo más seguro de sí mismo.
Otro disparo directo en el corazón, siento que me tambaleo y doy un nuevo paso hacia atrás. Necesito que pare.
—Para.
Un nuevo paso hacia atrás.
—Vuelvo a repetirlo. Lo siento, no hay día que no me arrepienta de lo que hice. Llevo meses ignorando esto, pero no puedo más. Estoy enamorado de ti —se acerca a mí— ¿Hay alguna posibilidad de que me perdones?
¿La hay realmente? No lo sé. Cuando sus manos cogen las mías me tenso, aún así, siento ese calor tan agradable que solo él sabe darme.
Lo perdoné de alguna manera, de la forma en la que podía permitirme aceptarlo como algo parecido a "amigo", pero sin poder tener esa confianza digna de una pareja.
Su mirada busca respuestas en la mía, atrapándome por completo.
—No lo sé —digo finalmente.
Héctor suspira asumiendo la respuesta y apretando levemente mis manos. Nos quedamos ambos en silencio por segundos que parecen horas. Él es el único que se atreve a romperlo.
—¿Me quieres?
—No puedes hacerme esto —intento alejarme pero me retiene.
—¿Me quieres, Abril? Dime que no y te juro que te dejo tranquila —me suplica.
Nuestros cuerpos cada vez se acercan más hasta cortar cualquier rastro de frío.
Por supuesto que lo quiero, no quiero hacerlo, pero aún así lo hago.
Vuelve a repetirme la pregunta y trago con dificultad antes de contestar.
—Si dijera que no mentiría —no soy capaz de decir las palabras que él ha pronunciado de forma tan sencilla.
Una sonrisa ilumina su rostro, recordándome a ese principio tan maravilloso, la sonrisa de un niño.
Me estrecha contra su pecho y contengo la respiración.
—Eso no significa que pueda perdonarte —su chaqueta amortigua mis palabras.
—Lo sé... Me vale —deposita un beso en mi coronilla.
Cierro los ojos y me dejo mecer un poco por él, porque aunque sea la persona que más nerviosismo me produce, a la vez es la persona que más calma consigue darme. Las lágrimas se desbordan y acabo llorando contra su pecho, soltando toda la frustración de estos últimos años.
Mis piernas ceden y acabamos de rodillas sobre la arena, él incrementando el abrazo y susurrándome cuánto lo siente y yo temblando y aferrándome a su chaqueta como si fuese un bote salvavidas.
—Sé que es difícil... Esto me está resultando también muy complicado y sé que no tengo derecho a decirlo, pero... Te prometo que he cambiado, Abril, te juro que nunca en la vida te volvería a hacer lo mismo —su voz se entrecorta por la emoción.
—No-No puedo creerte —lloro aún más.
—Haré que me creas. Por favor, solo te pido esta semana. Si en esta semana no logro convencerte de que he cambiado... Me alejaré de ti, me mudaré si es necesario —me suplica.
Me aparto para mirar a esos ojos que me muestran una sinceridad que nunca antes vi en él.
—No quiero fingir que somos nada, Héctor.
—No será fingir, solo no le pongamos etiquetas a esto durante una semana. Una prueba... por favor. Una segunda oportunidad —me suplica.
Me siento desnuda contra su sinceridad y vuelvo a pegarme a su pecho para que no vea mis atisbos de duda. Héctor coge mi rostro y me obliga a mirarlo a los ojos. Mi corazón palpita con una fuerza abrumadora.
—Si no quieres solo tienes que decirlo. Yo... no tengo derecho a pedirte nada, y sé que te estoy pidiendo demasiado —limpia con su pulgar una lágrima, frotando con delicadeza.
Acerca su frente a la mía y nos quedamos un par de segundos así, desconectados y conectados a la vez.
¿Qué hacer cuando quiero sus besos pero tengo miedo al pasado? ¿Las segundas oportunidades realmente funcionan?
Busco el collar en mi bolsillo, aferrando la letra como si eso pudiese darme la respuesta que tanto ansío.
Héctor coge mis manos y el collar se cae a la arena. Cuando lo recoge, mira el colgante con una sonrisa y yo me avergüenzo de que sepa que lo he llevado todo este tiempo.
—Con que eso hacías cada vez que te llevabas la mano a los bolsillos —sonríe.
Asiento evitando su mirada.
Héctor saca de su bolsillo el llavero.
—Creo que hemos estado haciendo lo mismo.
Esta vez soy yo la que sonríe sin saber muy bien por qué.
Me tiende el collar y lo miro dubitativa. Dudo, pero al fin lo digo.
—¿Podrías ponérmelo?
Héctor se sorprende y guarda todo rastro de emoción asintiendo.
Me aparto el pelo y me doy la vuelta mientras miro a ese mar que tanto me tranquiliza con el corazón en un puño. Es más fácil hablar cuando das la espalda.
—No puedo soportar más mentiras. Quiero sinceridad.
—Lo sé —dice con seguridad colocando el colgante alrededor de mi cuello.
Toco la letra. Me tiemblan las manos y el pánico se apodera de mí. Ponérmelo es una especie de promesa que trataba de evitar. Una decisión.
Me doy la vuelta y Héctor intenta acariciarme el rostro, pero aleja la mano en el último momento esperando una respuesta.
—Una semana sin pensar en el pasado estaría bien —suspiro mirando a la arena.
Siento que me estoy metiendo en la boca del lobo, pero tengo esa necesidad imperiosa de sentirme devorada por sus labios y sus ojos verde esmeralda.
—Eso significa...
—Que mi periodo de prueba de Netflix está activo —me río ante mi patética broma.
Héctor frunce el ceño sin entenderme.
—Héctor, que me beses antes de que me arrepienta.
—Feliz año nuevo, princesa —coge mi rostro antes de besarme.
Cuando sus labios vuelven a chocar contra los míos, siento ese huracán que nos arrasa por completo. Cada parte de mi cuerpo grita su nombre, cada choque de lenguas borra el odio de años acumulados y cada risa entre beso y beso me hace creer de nuevo en esas segundas oportunidades.
Quizá sea el desastre natural más grande de la historia, pero al menos, podré vivir para contarlo.

Fin.

(Os espero en la segunda parte: Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino).

Ex, vecinos y otros desastres naturalesTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon