40. Resiliencia

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Héctor:

Suena la alarma y suspiro de frustración. No hay una maldita noche que me libre de algún tipo de drama. Desde que Abril ha reaparecido en mi vida, mis horas de sueño han descendido en picado, mi masturbación a aumentado como un adolescente prepuber y estoy más irascible. Un cóctel molotov estupendo.
Miro la hora y pego un salto de la cama. El despertador debe estar sonando desde hace una hora. Mierda.
Voy hacia el baño y veo el coletero de Abril en la puerta. Abro la puerta con los ojos tapados y la llamo.
—¡Me estoy duchando! —se queja nerviosa.
—¿Puedo afeitarme? No he dormido una mierda y voy tarde de cojones al trabajo —le suplico con cierta urgencia.
Se queda en silencio unos segundos hasta que finalmente accede.
Preparo mis cosas encima del lavabo y me humedezco el rostro para echar el gel de afeitado.
Paso la cuchilla con cuidado, tratando de no pensar en la chica desnuda que hay tras la cortina. En un mundo paralelo, me desnudo y entro en la ducha con ella para darle el primer orgasmo del día. Veo el reflejo de su silueta enjabonándose y noto como el pulso se me acelera. Hago más presión de la cuenta y me hago un pequeño corte en la mejilla. Mierda. Creo que no hay mejor representación de lo que me pasa cuando estoy con ella que esta.
—¿Me puedes pasar la toalla?
Alargo el brazo sin quitar la vista del suelo. Sus manos rozan las mías y siento un escalofrío ascender por mi espalda.
A los pocos segundos sale y no puedo evitar seguir el recorrido de una gota que se desliza por su cuello hasta perderse en su escote.
Quiero arrancarle esa maldita toalla.
—¿Cómo puedes seguir siendo tan torpe? —me quita la cuchilla y se acerca a mí— Anda, deja sitio para las profesionales —trago saliva con dificultad.
Pongo los ojos en blanco y me siento resignado. Abril alza con delicadeza mi rostro y pasa la cuchilla de forma delicada, como una leve caricia. Esto me trae demasiados recuerdos. Ya las risas se han ido, igual que lo que sentíamos.
Noto una punzada al recordar que tiene la cita con Carlos.
—Luego dices que no intentas provocarme. Estás con una toalla ajustada a pocos centímetros de mí —intento buscar un mínimo indicio de que al menos sigo provocando algo en ella.
—Héctor, no deberías molestarme cuando tenga una cuchilla en tu cara —me muestra su preciosa sonrisa.
—No creo que puedas hacerme más destrozos de los que me hago yo, tranquila —le devuelvo la sonrisa.
Mis ojos mira al frente y veo la piel de su cuello húmeda. Abril gira mi rostro y pasa la cuchilla cerca de la garganta, con una lentitud extasiaste. Puedo oler su perfume a la perfección.
Sus ojos avellanas se encuentran con los míos y observo como sus mejillas se tiñen de rojo. Me vuelve loco que una simple mirada haga esto en ella.
Me tiende la cuchilla victoriosa.
—Gracias, Abril.
—De nada —aparta la mirada y esconde un mechón de su pelo mojado tras la oreja.
Abril sigue con sus preparativos mientras yo me pierdo en las baldosas celestes del baño.
A veces me pregunto si podré ser el mismo que al principio. Vivir despreocupadamente sin sentir cada día ese dolor que me oprime el pecho.
—Abril, ¿crees en la resiliencia?
Siempre fue una guía para mí. Quizá esta vez, pueda volver a reconducirme, aunque solo sea por unos segundos.
Se enjuaga la boca y se apoya contra el lavabo pensando en la respuesta.
—Creo que todos tenemos la capacidad de superar obstáculos y hechos traumáticos. Algunos tardan más y otros menos, pero creo que siempre se pueden superar —me mira con cara interrogante.
—Pero, la resiliencia es la capacidad de volver al principio, al mismo estado de antes del problema. Si cambias a raíz de ese problema, nunca vuelves a ser la misma persona.
Noto como la frustración sube a lo largo de mi pecho y tengo que apretar las manos para evitar explotar.
—Es que nunca somos la misma persona. No soy la misma Abril que ayer. Tú mañana no serás el mismo Héctor que hoy, y quizá eso es lo que tenemos que asumir. Que la resiliencia no es volver al principio, sino continuar superando las adversidades y reinventarte. Siempre nos rompemos para volver a reconstruirnos.
Es increíble. Es la chica más impresionante que he conocido en mi vida. Una pizca de orgullo aflora. Va a conseguir todo lo que se proponga.
—Supongo que tienes razón. Que tengas una buena cita. Gracias por todo —le sonrío ante su mirada perpleja.
Y lo digo de verdad. Se merece ser feliz.

Ex, vecinos y otros desastres naturalesWhere stories live. Discover now