87. Mentiras que serán verdades

1.1K 99 11
                                    

Doy vueltas por la habitación totalmente desesperada. ¿Qué debo hacer?
Lo que debo realmente es fácil. Debería quedar con Carlos, pasar la mejor noche de mi vida y disfrutar de una persona que me respeta y valora.
Ahora, lo que quiero hacer es una cosa muy diferente.
Tengo el móvil en mis manos, con el chat de Carlos abierto, sin saber muy bien qué decir o cómo decirlo. Mañana se va de vuelta a casa, lo que quiere decir que nuestro último día es hoy. Pero...
Miro el escritorio donde he estado tumbada hace unos segundos y mi corazón comienza a golpear contra mi pecho de forma desbocada.
¿Qué me está pasando? Tenía las ideas completamente claras. Está metiéndose en mi cabeza como una especie de enfermedad que está acabando con la cordura que tantos años he luchado por mantener.
No, no pienso ir.
Voy a estar sin verlo dos semanas... Quizá sea el tiempo suficiente para volver a olvidarlo.
De pronto caigo en la cuenta y me dejo caer sobre la cama, totalmente devastada.
Si tengo que olvidarlo... es porque lo sigo queriendo. Pese a todo lo quiero casi tanto como lo odio. Unas lágrimas se deslizan por mis mejillas haciéndome sentir completamente miserable.
Siento como la heridas de hace años se vuelven a abrir y tengo miedo de que me acabe destrozando esta historia de nuevo.
Tengo que demostrarme que puedo olvidarlo de nuevo. Que este sentimiento que tan bien recuerdo es una equivocación, solo es un espejismo de lo que fuimos, debido a pasar tiempo con él. No puedo quererlo. Quererle a él es sinónimo de dejar de quererme a mi.
Por ello tomo la decisión que tomo, para demostrarme que puedo con él.
Quedar con Carlos ahora mismo sería huir y tratar de engañarme, necesito asegurarme de que puedo con esto.

Yo:
Carlos lo siento. Tenemos que posponer la cena me ha surgido un problema pero... ¿podrías venir a las doce a mi habitación? Lo siento.

Cuando termino de enviar el mensaje, me siento como una farsante, pero necesito demostrarme que puedo.
Recibo un mensaje que decido no leer, porque sé que va a hacerme dudar y necesito tener las cosas claras esta noche.
Ha pasado más de media hora desde que Héctor se fue, por lo que cojo mi chaqueta y bajo rápidamente a mi coche antes de encontrarme con ninguno de ellos.
Conduzco en silencio al restaurante, tampoco pongo música.
Esta noche mi único objetivo es demostrarnos que ya no soy aquella chica que suspira por él. Quedar como adultos que somos a una cena en la cual no va a pasar nada.
Cuando llego al restaurante, él todavía no ha llegado. Por lo que decido esperar fuera, sentada en un banco que da directamente a la playa.
Cierro los ojos y disfruto del sonido de las olas acariciando la arena, tratando de encontrar la calma que me hace falta. Ahora que me encuentro aquí, empiezo a pesar que esto ha sido una pésima idea.
No sé cuanto tiempo pasa cuando noto que alguien se sienta a mi lado, sin decir tampoco nada. Solo mirando al frente.
A los pocos minutos habla y yo suelto el aire que trataba de retener.
—Realmente me siento afortunado por algunas cosas —dice de repente—. La playa. Es increíble nacer en una ciudad que me permite ver el mar —fija su mirada en las olas a lo lejos.
—Hay muchas cosas por las que sentirnos afortunados —digo sin mirarlo.
—¿Entramos? —me ofrece la mano.
La antigua Abril habría rechazado su ayuda, pero hoy estoy dispuesta a demostrar que ya no me hace daño. Puedo con esto y más.
Acepto su mano y con un pequeño tirón acabo casi pegada a su pecho.
Viste con una chaqueta de cuero negra a juego con unos vaqueros grises, camiseta de manga corta blanca y botines. Completa el look con sus habituales collares y anillos.
Cogemos la misma mesa que siempre.
Nos sentamos en la mesa y esta vez soy yo la que decide mis propios platos. Nada a su elección, yo elijo qué quiero comer y qué deseo hacer.
Tomamos una copa de vino en silencio. Si quiere hablar de algo que saque el tema, para ello me ha invitado a cenar.
—Vaya... nunca te he escuchado tan callada. Me da hasta miedo —se burla.
—¿Yo? Disculpa, creí que querrías decir algo tú. Me has invitado a cenar —recalco con un tono totalmente neutro.
Su ceño se frunce intentando analizar mi comportamiento, mientras yo me repito mentalmente que esto no es amor. No es nada más que una cena de dos personas que compartieron mínimamente un pasado.
—¿Qué coño te pasa? —suspira y coge la copa de vino.
—Nada Héctor. Estoy haciendo lo mismo que tú, tomar vino —cojo también la copa.
—Hemos cenado otras veces juntos —replica a la defensiva.
—¿He dicho algo al respecto? No me parece mal cenar —sigo totalmente tranquila.
—Tenías una cita —dice esperando algún tipo de emoción de mi parte.
—Y tú también. Que por cierto te iba a decir. Sara es muy agradable y guapa. Creo que haríais buena pareja —le sonrío con la máxima sinceridad que puedo, ya que en el fondo pienso en ello.
—Y una polla. ¿En serio? ¿Nos espías el día anterior y ahora finges que no te importa? —bufa.
—Tienes razón y lo siento —tengo que fingir ser la adulta que debería ser.
Se queda totalmente anonadado.
Llega mi pasta y su carne y le agradezco al camarero empezando a comer.
—¿Lo sientes? —vuelve a repetir.
Tomo una respiración antes de decir la cosa que debería creer a ciencia cierta, de marcar los límites que necesito y demostrar lo mucho que lo tengo superado.
Las palabras se atragantan en mi garganta, pero aún así hago un esfuerzo sobrehumano para decirlas, porque esto es lo que puede marcar una diferencia.
Necesito demostrar que puedo tomar las riendas de mi vida. Estoy haciendo la actuación de mi vida.
—Sí. Mira tengo que ser sincera —miento—. Volver a verte después de tanto tiempo me ha llegado a confundir. Tú has sido lo único a lo que he estado acostumbrada, como una especie de droga a la que me ha costado desengancharme, y el volver a pasar tiempo contigo... Simplemente me confundí, y cuando ayer te vi de nuevo con Sara me di cuenta de que esto es lo correcto, porque no me duele —creo que después de esto podré ejercer de actriz profesional—. Al igual que he encontrado a una persona que ha despertado en mí cosas que no recordaba, así que siento mi comportamiento estos meses. Espero no ocasionarte más malentendidos —le sonrío y siento que me rompo por dentro.
Se queda totalmente en silencio, sin ser capaz de creer que esas palabras hayan podido salir de mi boca.
Se bebe la copa de vino casi entera de un trago y me mira de nuevo contrariado. Sigo cenando ignorando su mirada insistente y esforzándome por no debilitarme después de todo esto.
Tarda mucho en decirlo, pero finalmente vuelve a salir el Héctor adicto a la pelea, solo que yo no estoy dispuesta a pelear. No esta noche.
—Claro... por eso estás aquí. Porque Carlos te ha despertado lo mismo que sentías conmigo —su ironía me atraviesa el pecho como cristales.
Quiero gritarle que quizá no me despierte lo mismo, pero que voy a esforzarme por sentirlo, pero eso solo serviría para echar por tierra todo mi discurso anterior, así que vuelvo a coger aire para tranquilizarme.
—¿Qué quieres? ¿Quieres que siga enamorada de ti? —lo miro sintiendo que voy a desvanecerme.
Su silencio me da la respuesta que necesito.
Seguimos comiendo en silencio, de forma que casi me he terminado mi planto. En cambio Héctor apenas ha tocado el suyo.
Intenta replicar pero esta vez me adelanto.
—Evidentemente no lo quieres, porque si no, no te habrías acostado con otra, pero eso fue hace cinco años, así que creo que es hora de dejar el rencor atrás —vuelvo a sonreír.
—Sigues sin decirme por qué estás aquí en vez de con Carlos.
—Porque quiero empezar el próximo año sin rencores. De hecho si he quedado con Carlos. Después de cenar. Si me disculpas... —me levanto y cojo mi bolso— Espero que tengas unas felices Navidades, lo siento se me hizo tarde. Solo quería aclarar este malentendido —miro el reloj que son casi las once.
Su voz me llama y yo con una falsa tranquilidad pago mi parte de la cuenta marchándome sin mirar atrás.
Cuando salgo las lágrimas empapan mi cara entera.
Ser la "adulta" de la relación es una MIERDA, pero estoy orgullosa de mi misma.
Si este fuese un nuevo capítulo de la historia de mi insignificante vida lo titularía "mentiras que serán verdades", o al menos, espero que así acabe siendo.

Ex, vecinos y otros desastres naturalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora