69. El cajón de las mentiras

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A veces me pregunto como he acabado en esta situación. Por qué razón tuve que acostarme con él y que todo acabase de esta forma, aunque era yo quien estaba deseando ponerle un punto y final. De saber que me sentiría peor de esta forma no lo habría hecho, aunque sé que a la larga es lo mejor, porque de no ser así, voy a enloquecer.
Llevo media hora en mi cuarto mirando al techo cuando decido bajar. A la lavadora le debe quedar poco.
Cuando llego casi a la entrada me paro a respirar profundamente, me da pánico entrar en esa sala y pensar que solo está él y que antes hice el ridículo.
Cuando entro él está sentado en un banco con los ojos cerrados, la cabeza apoyada en la pared y los brazos cruzados. Parece que está dormido, pero realmente es algo habitual en él cuando está pensando en muchas cosas. Lo hacía constantemente, sobre todo en la última etapa, esa en la que cambió drásticamente.
Entro con cuidado de no desconcentrarlo y me siento en uno de los bancos intentando mimetizarme con el ambiente, casi ni respiro por tal de no hacer ruido.
Su lavadora ha terminado, pero por lo que veo su ropa sigue dentro.
—¿Has encontrado el collar?
Su voz susurra en mi oído y pego un bote que me hace alejarme completamente de él hasta chocarme con una lavadora.
Héctor se ríe con esa risa preciosa que le ha enseñado a la otra chica y me produce una pizca de celos.
—Al final la Spice Girl voy a ser yo. Menudo susto te has pegado —vuelve a reírse mientras se acerca a mí.
—¿Sabes que es un grupo de música? —me cruzo de brazos para protegerme de su acercamiento.
—Te recuerdo que cuando veíamos sus videoclips teníamos la teoría de que eran espías encubiertas del gobierno —se para frente a mí.
—No lo recordaba —miento.
Recuerdo absolutamente todo lo que he pasado con él. Las tardes de escuchar música hasta gastar los datos tirados en la arena, las coreografías que hacíamos haciendo el tonto, el analizar videoclips descubriendo cual era nuestra pasión... ¿Cómo olvidarlo?
—Ya, no lo recordabas, igual que has perdido un collar. Vamos a guardarlo en el cajón de las mentiras que finjo creerme —me sonríe con condescendencia.
—No saquemos el cajón de las mentiras que fingimos creernos, porque te aseguro que estamos muy igualados —le reto con la mirada.
—Sorpréndeme —apoya una mano en la lavadora acercándose a mí.
—La escenita de antes con la chica. ¿Finjo que no me he dado cuenta que solo ligabas con ella para llamar mi atención? —le miro fijamente.
—¿Eso crees? —levanta una ceja.
—Sí.
—Siento recordarte que cuando has entrado, ya estaba con ella —se acerca un poco más.
—Pues no parabas de mirarme —aprieto mis manos nerviosa.
—A lo mejor porque parecía que íbamos a arder en el infierno en cualquier momento. No sabes disimular —un poco más cerca.
—Si quieres te hablo de cuando fingí no darme cuenta de tus celos con Carlos —intento volver a tener el mando de la conversación.
Se hace una pausa y veo que su expresión cambia. Lo he pillado desprevenido, pero no por mucho tiempo, me preparo para recibir el impacto.
—¿Le has contado ya que el otro día te follé en cada esquina de tu habitación? —su tono se vuelve brusco y mi cara de descompone— ¿No? Pues mejor vamos a dejar el tema, no vaya a ser que ambos digamos cosas que no debemos.
—Pues aléjate de mí. Eres tú el que está tan cerca que no me deja respirar —su rostro está a pocos centímetros del mío.
—No te ilusiones, princesa. Estoy esperando a que quites tu culo de mi lavadora —se aleja.
Mierda. Me doy la vuelta y está en lo cierto, estoy taponando su lavadora sin querer.
Me aparto para dejarle sacar su ropa y me sujeta del brazo dejándolo suspendido y acercándome a él.
—Y una última cosa. Me la suda a quien te folles y me la  sudas tú. A ver si te queda claro —me suelto de su agarre.
—Música para mis oídos, porque pienso lo mismo de ti —le devuelvo una sonrisa que esconde auténtico odio.
Me siento en el último banco sin mirarle, escuchando el sonido de la ropa impactar con fuerza contra el barreño y yo reprimo las ganas de llorar como una auténtica idiota. No sé cuantas veces voy a dejar que me afecten sus palabras.

Ex, vecinos y otros desastres naturalesWhere stories live. Discover now