La Sala de Arte

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Druella Black estaba parada frente al retrato del vestíbulo, vestida con un largo vestido color verde, sus zapatos negros de tacón resoban cada vez que daba un gran pistón, llevaba un collar que cubría todo su escote en forma de una cruz alargada y que tenía nueve esmeraldas. Draco dio un paso atrás, golpeándose con la pata de Troll, estaba vestido más formal que alguna vez que Harry lo vio, con un pantalón negro, una remera mangas largas con cuello de tortuga también negro y un saco negro.

— Vieja Arpía, sigues siendo igual de irritante que siempre a pesar que tu cuerpo está cinco metros bajo tierra pudriéndose.

— ¿Y yo soy la arpía? ¿Quién entro a la casa ancestral de la familia Black y comenzó a despotricar contra sus herederos?

— No es culpa mía que el incompetente de tu hijo no sea capaz de poner un simple encantamiento de exclusión o tire las llaves de esta casa.

— Sabes perfectamente que Sirius no es ningún incompetente.

— Oh, sí lo recuerdo, el niño al que había que besarle el suelo por donde pasara.

— Espero no ser el único que no entiende que está pasando — susurro Draco intentando levantarse.

— No, yo tampoco entiendo porque esa señora discutiendo contra un cuadro — susurro Tonks ayudando a Draco a levantarse —. Yo también me tropiezo con esa pata de Troll.

—¿¡Como entraste?! ¿Cómo encontraste la casa? ¿Qué haces aquí anciana decrepita? — grito Sirius bajando a enfrentar a Druella —. Tú no puedes entrar a esta casa.

Druella abofeteo a Sirius cuando le tuvo en frente, se pudo sentir una mueca de dolor en todos quienes estaba alrededor — Ya veo de donde saco tu hermano ser tan irrespetuoso, claro que puedo, querido, no has renovado el encantamiento de Exclusión que tu amada madre coloco hace más de diez años — dijo mostrándole sus manos, donde se dejaba ver una gran cantidad de anillos, y levanto el dedo indicie de su mano derecha donde había dos anillos —. ¿Ves esto? ¿Estos dos anillos? Uno es mi anillo de casada, el otro es el de Cygnus, que fue confiscado por tu querido padre Orión hace más de 20 años, este anillo, como todo aquel que tenga grabado el nombre de un Black, es una puerta de Acceso a esta casa, la casa donde nacieron y se criaron los cinco hijos de Phineas Nigellus, donde nacieron y crecieron los cuatro hijos de Cygnus II, donde nacieron y crecieron los hijos de mi suegro Pollux, mis hijas nacieron y crecieron aquí...¡Que el irrespetuoso de tu hermano y tu sean los últimos varones con el apellido no hacen que esta casa sea exclusiva de ustedes! Tengo tres hijas, que nacieron con el apellido Black, tu, vil engendro, no eres nadie para impedirnos entrar.

— ¡No insultes a Sirius, Druella! No es culpa suya que tú y Cygnus tuvieron la desdicha de idealizar a Lestrange y Malfoy, y que estos se burlaran de ustedes ¡Orión y Yo se los advertimos! — grito Walburga —. Te dije que tuvieran cuidado con los caballeros de Walpurgis.

— ¡Mi hermano era uno de ellos!

— Dejaste de ser una Rosier al momento de casarse con mi hermano Cygnus, recuerda el juramento Black — dijo tajante.

— No es la primera vez que escucho sobre ello — interrumpió Snape —. ¿Qué es el dichoso juramento Black?

Druella dio un largo suspiro, se cruzó de brazos y miro a su alrededor, ahora no solo estaba un grupo de adolescentes que miraban a Draco, sus amigos, dos gemelos parecían enfadados, la señora Weasley había subido desde la cocina al escuchar todo el alboroto, y desde una puerta, la del comedor salían algunas cabezas. Detrás de Draco estaba una joven que vio cambiar su color de cabello, primero era rosa chicle, ahora estaba negro. Miro al cuadro antes de soltar un bufido, parecía como si Walburga aun estuviera ahí, a pesar de sus diez años de estar fallecida, tal cual como la recordaba.

El Nuevo Black IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora