𝘐𝘐. 𝘊𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘵𝘰

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Llegué a mi lugar de trabajo, era un estudio muy limpio y muy bonito, todo estaba muy bien organizado, realmente estaba entusiasmada.

En cuanto entré saludé a mis nuevos compañeros de trabajo, todos estaban en sus puestos y se miraban algo ocupados, así qué solo me limité a presentarme y listo.

Me acerqué al modelo con quién iba a trabajar ese día y le regalé una sonrisa a la par de presentarme y saludarlo.

—Hola, soy Von, hoy voy a trabajar contigo, espero tu colaboración—.

—Soy Gojo—. Me acercó su mano y yo con gusto la tomé, pero está persona no la soltó y me jaló en dirección a el. —Realmente nunca había trabajado con una camarógrafa tan linda—.

—Si, bueno... Señor Gojo, gracias por el cumplido pero, ¿podría soltar mi mano?—. Me estaba molestando y ni siquiera lo conocía aún, vaya inicio...

—Espera, ¿que tipo de dulces te gustan?—. Tan inesperado.

Diablos, no debí comer esa paleta.
(Von creyó que era buena idea comer una paleta que tenía colorante, antes de venir al estudio, ahora su lengua era completamente roja)

—¿Dulces?—. Seguro había notado el dulce en mi boca.

—Si mira—. Sacó de su bolsillo paletas, algunos dulces con envoltura y una que otra galleta.

Mis ojos se iluminaron al ver esa paleta que hace mucho tiempo no había comido, era una de mis sabores favoritos cuando era niña. —¿Me regala una?—.

Inmediatamente la maquillista se acercó a nosotros.
—No debería comer nada ahora, acabo de aplicar brillo a tus labios y se correrá—.

Al escuchar estas palabras solo hizo un puchero con sus labios y se cruzó de brazos. No sin antes darle todos los dulces a la maquillista antes de irse.

—Señor—. Le susurré.

—¿Si?—. Susurró de igual manera.

—Tengo paletas en mi bolso, me las arreglaré para que en la sesión pueda comer una, ¿le parece la idea?—.

Me miró con asombro y asintió con la cabeza al mismo tiempo que me mostró una sonrisa de oreja a oreja. Realmente era como un niño.

—Señorita Von, ¿puede dejar de decirme señor?—. Susurró con una mano extendida a lado de sus labios.

—Esta bien pero... ¿Por qué seguimos susurrando?—. Lo miré con detenimiento y solo se encogió de brazos.

—¿Estos dos que están tramando?—.
Pensó la maquillista.

—Bien—. Tomé a mi modelo del brazo y lo coloqué al centro del estudio.
—Necesito que te sientes en el suelo, no mires a la cámara, necesito que tú mirada este concentrada en un pensamiento que te disguste, regálame esa expresión—.

—Esta bien—.

—Bien, 2, 1...—.

—

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Paraíso | Nanami KentoWhere stories live. Discover now