𝘟𝘟𝘝𝘐𝘐. 𝘓𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘰 𝘦𝘴...

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Pasó un lapso de dos semanas y aún no despertaba. La desesperación y las ansias consumió a esos 3 hombres que esperaban escuchar buenas noticias algún día.

Mientras tanto, guardaron silencio y decidieron no mencionar este incidente, por dos sencillas razones: No querían que todos presionarán a ________________ con sus preguntas y al momento de despertar y,  Kento no quería preocupar a su madre.

Kento al menos no mató a Ryomen. Discutieron y llegaron a los golpes en 2 ocasiones, realmente el quería matarlo, pero por lo general, siempre acababan regañados por el doctor o por el personal del hospital. Sí, nunca dejaban sola a ____________, aún que estuviera dormida.

Cesar todos los días rezaba por ella.
Kento no dejaba de irla a visitar y a pedirle que despertara mientras tomaba su mano.
En cuanto Ryomen, no podía con la culpa.
Y después de unos cuantos días, se fué.
Pero antes de que lo hiciera, le pidió a Kento que al menos le dijera si despertaba o no, ya que eso le traería un poco de paz a su alma.

Los días pasaron y llegaba la tercera semana. Para Kento fue muy difícil el tener que estar en el trabajo y al mismo tiempo estar con ella, pero eso no le disgustaba. Haría lo que fuera por estar a su lado, aún así de tratara de renunciar a todo por ella.

—Quieres que me quede?—.
Preguntó Cesar mientras entraba a la habitación, el sonido de la máquina a la que ella estaba conectada para verificar su pulso, ponía nervioso a Cesar. No era la primera vez que escuchaba esa cosa, le hacía recordar a su abuelo, y le dolía.

—No, no, estoy bien—.
Contestó Kento mientras tallaba sus ojos.
Su cansancio y las noches de desvelo comenzaron a notarse.

—Vete de aquí hombre, yo me quedo. Sal y date un baño, si se algo te marco—.

Kento no quería levantarse de esa silla que estaba a lado de la camilla de la jóven. Pero, por primera vez, hizo caso a las palabras de Cesar y salió de la habitación. No sin antes darle un beso en la mano a _______________ y decirle que volvería.

—Sabes—. Dijo Cesar a la nada, dirigiéndose a la jóven. Se sentó en la silla donde estaba Kento y recargó si codo en la camilla.
—Nunca pensé en, qué algún día llegara a mi vida una persona como tú, una persona a la que quisiera cuidar y proteger de todo. Te estoy dando todo aquello de lo que carecía, cosa que nunca quise hacer, mírame ésto no va conmigo, sin embargo aquí estoy cachorra—. Tomó la mano de la joven y la acercó a sus labios para darle un beso. Cesar tenía un constante miedo desde que entró por aquella puerta del hospital mientras corría, ese miedo era el que no despertara nunca.
Cesar se arrodilló en el suelo y acogió la mano de la joven entre las suyas, mientras la ponía en su frente.
—Por favor, tú no me dejes, no me dejes otra vez—.  Susurró al inició de su oración.

  Susurró al inició de su oración

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Recuerdo

Cesar Salvatore

—A veces me das vergüenza—.

Paraíso | Nanami KentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora