T2| 𝘟𝘓𝘝𝘐.

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—Es-está bien que hagamos ésto aquí?—. Preguntó la joven mientras Kento la recostaba en la camilla para poder recargarse arriba de ella. Claramente era un lugar en el que no se permitía hacer ese tipo de cosas, pero tal era el deseo de aquel hombre de hacerla suya, que se odiaba por no poder controlarse.

—No—. Siguió besándola mientras deslizaba sus manos por la ropa de la joven para poder quitársela. El cuarto fresco y con aroma a químico de alguna manera hacían que el ambiente se estropeara un poco, pero el aroma de sus pieles eran lo suficientemente embriagantes como para olvidar por completo que estaban en un hospital. Terminó por quitarle la blusa y el sostén que cubría su suave piel y contempló la vista tan extaciante que tenía debajo de el. —Trata de no hacer ruido—. Comentó mientras acercaba sus labios al cuello de la joven para repartir besos húmedos y mordidas por dónde quiera que estos la recorrieran.

Con una de sus manos, la joven tapó su boca esperando a que no saliera algún quejido fuerte de ella, pero era imposible a medida que estos besos se hacían un poco más marcados y bajos.

De repente escuchó el sonido metálico del cinto de Kento quién estaba a punto de aflojarselo. Bajó su cierre y sin quitarse la ropa sacó su erección y comenzó a masturbarse mientras sostenía una de las piernas de la joven encima de su hombro.
Entre quejidos y jadeos bajos, siguió tocandose para hacer que el líquido preseminal fuera lo suficientemente abundante como para lubricar su erección. El no quería lastimarla, pero se sentía un poco apurado.

Bajó el pantalón junto con las bragas de la joven, dejándola totalmente desnuda frente a sus ojos. Bajó su vista y pudo ver qué no era necesario el seguir tocandose.
—Estas tan mojada aquí abajo—. Comentó mientras pasaba dos de sus dedos por los pliegues de la joven. —Me pregunto si estás lo suficientemente caliente como para derretirme—. La tomó de la cintura y la giró para que quedara boca abajo, alzó su cadera y de una sola estocada, llenó por completo su interior haciéndoles soltar un quejido a ambos tal acción. —Ah, mierda—. Maldijo en voz baja mientras apretaba su mandíbula y las sábanas con sus manos. No quería admitirlo pero en el preciso momento en el que hizo tal acción, el sintió que estaba a punto de venirse.

Comenzó a moverse lentamente mientras recargaba su peso en ambas manos posicionadas a las orillas de la cabeza de la joven. Ella solo tomó las muñecas de Kento para tratar de recuperar un poco de fuerza.
El movimiento tan constante y lento, hacia que su cuerpo se estremeciera de pies a cabeza. Se sentía tan bien que comenzó a cegarse por completo.
Mientras ella presionaba sus labios con sus dientes para tratar de no soltar algún gemido alto, por alguna razón pasó por su mente el rostro de aquel hombre que estaba a punto de lastimarla en el barco. Comenzó a sentir un miedo tan pesado que no quiso seguir haciendo esto con Kento sí no miraba su rostro.

—Ke-kento, no—.

—Ah?—.

—No q-quiero hacerlo así—. Comentó un momento y entonces la giró para que quedará boca arriba.

—Te duele?—. Preguntó un poco preocupado ya que miró algunas lágrimas deslizarse por las mejillas de la joven.
Se sentó un momento la camilla y la tomó de la cintura para que se sentara encima de el.
—No quieres?—.

—Si, pero quiero verte—.
Al escuchar eso, se maldijo por haberlo entendido tan rápido. La acercó a su cuerpo y mientras ella recargaba su rostro en su cuello para abrazarlo, trato de que no mirara su rostro lleno de enojo, ira e impotencia. Giró su cabeza hacia la cabeza de la jóven y dejó un beso rápido.

—Agarrate fuerte—. Comentó mientras alzaba la cadera de la joven y la dejaba caer de un sentón arriba de su erección para volver a embestirla. Esta vez eran más rápidas y profundas que fue inevitable el no hacer ruido. —Shh—.

Paraíso | Nanami KentoWhere stories live. Discover now