T2| 𝘓𝘐𝘐.

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"Si la divina providencia no tuviera a Dios como su representante de la espiritualidad, juraría que eres tú. Si las musas existen, si los dioses existen, si el mismo cielo y el infierno existen, podría jurar que tú serías todo aquello que lo mueve, que lo crea y que incentiva la creencia de aquellos a quien rezan por tí.

Por qué tú eres mi religión y es por tí por quién vivo. Bienaventurados los que conozcan tu nombre y vida, los que compartan un camino contigo. Si la biblia me permitiera escribir un versículo en ella, éste sería..."

Paraíso 1: 52.

A.D

Y ahí estaba ella, dormida en su pecho mientras Kento leía un libro en voz alta

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Y ahí estaba ella, dormida en su pecho mientras Kento leía un libro en voz alta.

—Duermes?—. Preguntó mientras apartaba la vista del libro para mirar el rostro de la joven. Estaba totalmente hundida en su sueño, tanto que ni siquiera se movió al sentir como Kento se acomodaba para poder estar más cómodo en el sofá. Solo se miraban sus pestañas en estática, ni un pestañeo notó.
Hoy, el hombre se notaba un poco más preocupado de lo normal.
—Lo siento—. Comentó en susurro.

Claro que le aterraba el ser padre, tenía miedo de no ser lo que podría esperar su esposa de el. El no cumplir con las expectativas de ellas, se había hecho un martirio. Nunca se atrevió a desear tener una familia, ya que su trabajo no podría permitirle el estar cerca, así que mantuvo esa idea o plan fuera de su alcance.

Pero ahora, es casí imposible el no tener miedo, todo pasó tan de repente. No le desagradaba la idea y mucho menos estaba inconforme, pero lo tomó por sorpresa.

—Hace frío—.

—No estabas dormida?—.

—Si pero, hace frío—.
Claro que estaba dormida, pero no hacia buen clima la tarde, desde la mañana comenzó a llover.
—Que pasó con el libro?—.

—Lo terminé—.

—Vaya!. Y yo solo escuché la parte en dónde le entregaba su alma—.

—Te dormiste al inicio—.

—Tu harías eso?—. "¿Sería idiota pedirle su alma?".

—Hacer que?—. Preguntó Kento mientras agachaba su miraba, lo que hizo que la joven moviera su cabeza hacia arriba para mirarlo al rostro.

—Darme tu alma... lo harías?—. No pensó que fuera estúpida la pregunta, mucho menos imprudente o rara. Pero como siempre, lo tomó por sorpresa. Alzó sus cejas y pensó en la respuesta, bueno, realmente ya la tenía en mente.

—Claro—. Accedió. Pero, ¿Realmente se le puede entregar el alma a una persona?, Eso es solo ficción, metafóricamente podrías.

—De que color crees que sea la mía?—. Preguntó interesada. Esta conversación se había puesto un poco rara de la nada, pero estos temas no eran nuevos para el y esta pregunta, esta vez sí la esperaba de ella.
—Color beige, blanca, azul, amarillo—. Le tomaría más de una hora mencionar los colores que existen, así como solo paró en el amarillo.

Paraíso | Nanami KentoWhere stories live. Discover now