15. Tortura

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~15~


Los días pasaron arrastrándose entre sí. Hermione asistió a clase y trató con todas sus fuerzas de ignorar a Draco. No podía mirarlo sin recordar el beso que se habían dado, sin recordar las manos de él recorriendo su cuerpo y acariciando en partes sensibles que la hacían casi que estallar solo con el mero recuerdo. Era una auténtica tortura tenerlo en sus clases, tener que mirarlo y hacer de cuenta que nada había sucedido. No podía dejar de preguntarse de dónde había salido ese arrebato de pasión. No entendía como Draco Malfoy, el chico que ella conocía, clasista, defensor de la sangre pura, la había besado, pero a ciencia cierta, tampoco entendía como ella misma había respondido.

Pero no podía quitárselo de la cabeza, y más veces de las que le gustaba admitir se encontraba pensando en ese momento. Había querido contarle a Ginny, pero no encontraba una forma de hacerlo que no sonara mínimamente mal. ¿Cómo explicaba que se había besado con Draco Malfoy?

Pero él no había dicho o comentado nada. Siquiera la miraba más de lo que hacía antes, que ya era de por sí poco. Pero seguían teniendo un acuerdo silencioso. Él seguía durmiendo en el sofá. Cada noche Hermione dejaba sobre la mesa un plato de comida, y escuchaba, ya encerrada en su habitación, como él entraba y ocupaba su espacio. Por la mañana, la comida había desaparecido, y el sofá mostraba señales de su cuerpo. No se hablaban, Hermione quería hacerlo, pero no sabía qué decirle.

Aunque había algo que merodeaba por su mente. Las cicatrices que había visto en su cuerpo y que aún no encontraba explicación. Creía, y estaba casi segura, que no las poseía antes, por lo que solo las podría haber obtenido en Azkaban. ¿Pero cómo?

Una noche lo espero. Se sentó en el sofá acompañada por un libro y se dispuso a esperar hasta qué él llegase.

No tuvo que esperar mucho tiempo. No había leído dos capítulos cuando sintió como alguien empujaba la puerta que estaba reclinada y entraba con paso lento. Y lo vio detenerse en seco cuando divisó su presencia.

— Buenas noches. — comentó ella, de forma tranquila. — te conseguí jugo de calabaza... — Hermione hizo un ademán a dónde descansaba el plato de comida.

Draco miró a dónde ella le indicó, pero no dio ninguna señal al respecto. En segundos se volteo, decidido a marcharse. Hermione se puso en pie con brusquedad al notar que él estaba dispuesto a irse, dejando caer el libro al suelo con un sonido sordo que hizo eco en la silenciosa habitación.

— Draco, espera. Solo quiero que hablemos... por favor, solo... espera.

Él se detuvo en el umbral de la puerta, y cuando se giró a ella, Hermione pudo ver las sensaciones encontradas a través de sus ojos. Estaba en una clara lucha interna.

— No tengo nada para decirte. — espetó, reacio, con su ya habitual voz ronca.

Ella asintió con la cabeza.

— Está bien. — estuvo de acuerdo. Se agachó y agarró el libro. Lo cerró y lo dejó sobre la mesa. — Yo quería saber cómo estabas. Casi te congelas y puede haber consecuencias... — balbuceó, sin tener mucha idea de lo que estaba diciendo.

— No hay consecuencias. — devolvió el con brusquedad. Sus ojos pasaban de ella, mirando a cualquier parte.

— Bien, eso es... bueno. ¿Por qué no comes? No te vi en el comedor hoy...

Más una vez dejó la oración morir en el aire, insegura de cómo proceder. En realidad pocas veces lo había visto en el Gran Comedor. Siempre se preguntaba dónde comía,  y sí lo hacía.

Prisionero  #6390 {Dramione} TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora