31. Los secretos de Draco

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~31~


Cuando Hermione se despertó Draco ya se había marchado. Lo buscó en el baño y en la cocina, pero no estaba. Volvía a ser un fantasma, desaparecer sin dejar rastro. Nada que demostrara que él había estado ahí. Pero al menos la bruja tenía el frío consuelo de que lo vería en las clases.

Y así fue. Lo encontró en la segunda clase del día, dónde, pese a haber pasado el fin de semana juntos, tuvieron que mantener una distancia prudente y segura. Para alivio de Hermione los alumnos parecían más serenos o más cansados ese día, y no se hicieron comentarios absurdos. Draco mantuvo su perfil bajo, y como siempre no participó en las preguntas que Hermione hacía.

Por la noche, Hermione estaba caminando con pasos apurados, tratando de llegar al Gran Comedor. Había sido un día largo y agotador, todo lo que deseaba era concluirlo y acostarse en su cama, de preferencia en compañía de cierto rubio. No pudo evitar sonreír ante esa idea, pero la sonrisa se borró de su rostro cuando Minerva Mcgonagall apareció ante ella. La bruja se detuvo y la miró con una mirada fija que hizo que Hermione se tambaleara en sus pies. A duras penas sostuvo los libros que tenía acumulados en sus brazos.

— Profesora Granger — saludo Mcgonagall  con altivez — La estaba buscando. Estoy tratando de solucionar parte de los dilemas que usted trajo tan amablemente a mi. — explicó con solemnidad — Podría decirle al señor Malfoy que se reúna conmigo mañana a primera hora.

A pesar de que parecía una pregunta, no tenía tono de tal. Hermione contempló a la directora y estuvo tentada de mentir, evadir o cualquier cosa que luego de pensarlo unos segundos se dio cuenta de que solo la dejaría más en evidencia.

— Claro — balbuceó con cierto pánico — se lo diré. Cuando lo vea — finalizó con lo que pretendió que fuera firmeza pero estaba bastante segura de que no lo fue a juzgar por la cara de la mujer.

—Estoy segura de que sí — respondió Minerva antes de asentir con la cabeza y seguir su camino.

Hermione estuvo tentada de marcharse, de regresar corriendo a su habitación y a esconderse, pero se aferró a la idea de que eso sería aún peor que admitir culpa. Sin contar que sería actuar como una niña asustada, cosa que ciertamente no era más. Pero no podía dejar de dar vueltas al asunto mientras caminaba rumbo a la mesa de los profesores, con pasos inseguros, y la cabeza lejos.

Casi no se percató de que se sentó enfrente a la mesa, de que hizo a un lado los libros que cargaba y que le dedicó una sonrisa a una compañera de trabajo que le preguntó algo.

Como lo había dicho Ginny, salir con alumnos estaba bastante prohibido, pero Draco era una excepción, si se agarraba la situación con pinzas. Él tenía su edad, había sido su compañero, y su incorporación al colegio era delicada. Hermione casi deja caer su jugo de calabaza cuando se dio cuenta de que las consecuencias para él podrían ser bastante peores que para ella. Quizá la corrían por incumplir las leyes, quedaba sin trabajo y regresaba a su apartamento. Pero Draco... él podría regresar a Azkaban. Estaba segura de que no dejaban de buscar excusas para enviarlo directo a la cárcel, y salir con una profesora seguramente era un gran problema. Podrían distorsionar los hechos hasta lo inimaginable. Solo de pensar en el asunto se le hizo un nudo en el estómago y la bruja realmente deseo haber regresado a su habitación y haberse saltado la cena.

Mal logró comer lo que tenía enfrente y le fue aún peor responder a las preguntas de sus colegas. A cada momento miraba a Mcgonagall, como esperando que la bruja la estuviera analizando con mirada crítica, pero no pasó nada de eso. Minerva estaba tan absorta en lo suyo que mal la percibió y Hermione estaba dudando de si realmente estaba sobrepasando todo. Pero algo le decía que no, y en más de una ocasión había hecho bien en confiar en su desconfianza.

Prisionero  #6390 {Dramione} TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora