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(Chapter fifty eight — i will follow you in the dark)
(Temporada cinco — episodios diecisiete + dieciocho)
MEREDITH LLAMÓ EN LA PUERTA DEL DORMITORIO DE CASSIE, GIRANDO LA MANIJA A PESAR DE ESTAR CERRADA. Se volvió hacia Cristina con el ceño fruncido, lo que provocó que la mujer en cuestión pusiera los ojos en blanco y repitiera los movimientos de Meredith.
—Cassie, abre la puerta— exigió Cristina, todavía en pijama a pesar de que su turno comenzaba en menos de veinte minutos.
—¡No!— Cassie gritó desde el otro lado de la puerta, su voz amortiguada y nasal por el pequeño yeso que se vio obligada a usar en su nariz rota por otro día. —¡Váyanse!
— En serio— suspiró Meredith, apoyando la frente en el marco de la puerta.— ¡Han pasado días y vamos a llegar tarde!
—¡Entonces váyanse, porque yo no voy!
Cristina se burló, golpeando la puerta varias veces seguidas con la esperanza de sacarla de la cama.
—¡Cassandra Harper, abre la puerta ahora mismo! O lo juro por Dios, yo voy ... um ...
—¿Vas a qué?
—Yo... —Cristina miró a Meredith en busca de ayuda, quien simplemente se encogió de hombros, sin tener nada con qué amenazarla. —Yo ... ¡Llamaré a Bailey!
Se quedó en silencio por un momento.
Cinco segundos después, la puerta hizo un ruido de clic y se abrió para revelar a Cassie con pantalones de chándal holgados y una camiseta sin mangas manchada, comiendo mantequilla de maní crujiente directamente del frasco con una cuchara. Pumpkin estaba sentado sobre su hombro derecho, durmiendo profundamente con la cabeza metida en el hueco de su cuello.
—No te atreverías.
Cristina arqueó una ceja. —Pruébame.
Cassie gimió, levantando dramáticamente los brazos en el aire. Pumpkin maulló descontento por el movimiento, arañando su piel para que él no fuera arrojado.
—Me veo ridícula—Hizo un gesto hacia el yeso en su rostro, que estaba rodeado por un moretón de color púrpura oscuro que se formaba en un círculo alrededor de su nariz y se desvanecía en las manzanas de sus mejillas.
—Solo vístete, estarás bien—dijo Meredith. —Nadie se dará cuenta.
Cristina arrugó la nariz. —No, tiene razón. Se ve ridícula— Meredith la fulminó con la mirada. —¿Qué? Solo estoy siendo honesta.
Cassie negó con la cabeza, frunciendo el ceño. —¡No voy a trabajar, hasta que mi cara ya no parezca pisoteada por un maldito caballo! ¡Váyanse!
