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(Chapter sixty four — invasion)
(Temporada seis — episodio cinco)
ARROJÓ su chaqueta con un fuerte suspiro, Cassie agarró sus llaves y se dirigió hacia la puerta delantera. Anillos de color púrpura oscuro rodearon sus ojos, marcando físicamente el hecho de que no pudo dormir.
Habían pasado menos de 48 horas desde que rompió con Mark y no lo había visto desde entonces.
Una parte de ella se arrepintió, se arrepintió de romperle el corazón solo para curar el suyo. Se arrepintió de la expresión de su rostro después de que él se diera cuenta de lo que estaba haciendo, y se arrepintió de comportarse mal debido a su dolor. Pero otra parte, la parte racional, no se arrepintió de nada. Al final, fue lo correcto.
Después de todo, ¿cómo podía Cassie dejar que Mark la amara cuando ella ni siquiera se amaba a sí misma?
Una mano cansada le pasó por la cara mientras abría la puerta, salía y la cerraba con llave. Mientras lo hacía, otro clic de una cerradura sonó detrás de ella, haciéndola darse la vuelta con un salto.
Mark se quedó allí, llaves en mano, una mirada de sorpresa en su rostro mientras la miraba. Justo cuando Cassie abrió la boca para decir algo, las llaves se deslizaron de su mano, lo que hizo que murmurara una serie de blasfemias en voz baja mientras iba a recogerlas.
Cassie sintió que los latidos de su corazón se aceleraban. —Me-me gusta tu llavero.—Frunciendo el ceño confundida por su propia declaración, internamente se maldijo a sí misma. ¿Me gusta tu llavero? ¿En serio? Aclarándose la garganta, lo miró con inquietud. —Entonces, um ... ¿cómo estás?
Mark se limitó a mirarla, sin emociones, mientras se guardaba las llaves en el bolsillo. —He estado mejor.
Cassie vio como él le dio la espalda abruptamente y se fue por el pasillo estrecho sin decir una palabra más, sintiendo lágrimas ardiendo en sus ojos que ella parpadeó tan pronto como llegaron.
—Está bien, entonces—susurró a nadie en particular, preguntándose en silencio en qué demonios se había metido.
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CASSIE entró en el ascensor, con la cabeza gacha mientras le enviaba un mensaje de texto a Meredith. Después de donar un pedazo de su hígado a su padre, Meredith se había aburrido de vivir en el hospital mientras se recuperaba, molestando así a sus amigos por entretenimiento gratuito.
Sin mirar a dónde iba, Cassie caminó directamente hacia la parte trasera del ascensor, golpeándose la cabeza al chocar contra la pared.
Al escuchar un bufido que venía detrás de ella, se dio la vuelta con una mirada furiosa, solo para detenerse al ver a un extraño vestido con batas de color naranja de pie al otro lado de las puertas. Aclarándose la garganta, el médico intentó y no pudo contener su sonrisa.
