24. Pregunta y respuesta

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Narras tú;

Mi madre...

Mi madre nunca fué una mujer rencorosa. Ella creía que todos tenían sus razones para actuar como lo hacen.

Miedo.

Aburrimiento.

Ignorancia.

Rencor.

Amor.

Odio.

Tantos factores.

Y ahora su cuerpo, o lo que queda de él, tal vez nada. Está enterrado en lo profundo del bosque.

No he visitado su tumbaba a pesar de que estoy aquí. Debería ir...

Sacudo mi cabeza—Ahora yo pregunto—Aclaro mi garganta y giro hacia Alastor, quién me mira con esa sonrisa de boca cerrada y lentes perfectamente limpios a comparación con su traje, que tiene manchas de sangre.

—¿Tú familia, Alastor?—Pregunto, y sus cejas se elevan.

Aparta su mirada a sus pies—Mis padres...—Creo que no pensó que hiciera una pregunta relacionada con su familia. Sin embargo me llama la atención el por qué siempre parece estar solo.—Mi madre era una mujer de piel negra.

Abro mis ojos.

Vaya. No me lo esperaba.

Sigue hablando—Mi padre era un hombre blanco de buena familia. Hijo único, pero con varios sirvientes, y entre ellos mi madre—Se encoje de hombros—Me tuvieron a mí. Es todo.

De acuerdo. Supongo que no le gusta hablar de su familia. Entiendo.

—Ahora tú pregunta—Me levanto para tocar de nuevo el cuerpo. Que aún está cocinando.

—¿A qué edad moriste?—Me pregunta.

—Morí...creo que a los 24 años.

—¿Tuviste hijos?—Vuelve a hacer otra pregunta. Pero la responderé.

Niego—No...—Suspiro—Pero...me hubiera gustado tener. No lo hice cuando estaba viva, pero ahora me hubiera gustado dejar alguna descendencia. Algo mío. Aparte de un mal recuerdo.—Me agacho para recoger una ramita—Como hiciste dos preguntas, haré dos preguntas también.

Alastor parpadea—De acuerdo—Pasa un mano sobre su cabello y cuello—Dispara—Se ríe.

—¿Desde cuándo vives solo?

Pone una mano en su mentón, Pensando—Vivo solo desde los 17 años—Niega—Mmm~ no, creo que estaba cumpliendo 18.

—Bastante joven—Digo.

—Así es...

Busco otra pregunta en mi cabeza—¿Cómo descubriste la magia negra?

Lo veo sonreír un poco más.

Ya estaba esperando esa pregunta.

Y ya tenía una respuesta.

—Una vez cuando cazaba... Encontré un ciervo.

—Un ciervo...—Ladeo la cabeza—Continúa.

—Tenía un singular color rojo en su pelaje. Pero se lo atribuí por el sol o por otra especie a la que acostumbraba a cazar—Se encoje de hombros—Pero no era una cosa ni la otra.

Mis orejas se tensan—Era un espíritu.

Asiente—Así es. Le disparé y al parece lo lastimé bastante.

Un poder superiorWhere stories live. Discover now