25. Aprender.

751 135 67
                                    


En el tiempo que tengo aquí. Había aprendido varias cosas del joven Alastor.

La primera. No tenía familia. Era un hombre solitario.

Segundo. El amor por su estación de radio era enorme. Haría cualquier cosa por ella.

Tercero. Odia las cosas dulces. Y el té.

Cuarto. Adora cazar. En realidad, siempre que está de mal humor se va sin decir una palabra junto con su sombra y rifle. Y llega horas después con un ciervo o alguna liebre.

Quinto. Es una amante de la lectura y el cine de terror. En especial de los asesinos en serie.

Sexto. Le desagradan los perros. Mucho.

Me sorprende que tolere a Tenebris.

Esto que acabo de mencionar lo sospechaba, incluso lo sabía. Pero no había visto una reacción más allá de ponerse tenso. Y que su sombra chillara.

El recuerdo viene a mi mente.

—¿Puedes convertirte en un lobo, no es cierto?—Pregunta curioso, mientras recogemos leña para la chimenea.

Asiento—Sí.

—¿Solo es eso?

—Puedo convertirme en cualquier cosa que me pidas, Alastor—Río—Un ave, un perro, gato, lobo, cebra o incluso una mísera hormiga.

Su curiosidad flota en el aire—¿Podrías mostrarme?

Sonrío. Me aparto un poco de él hasta pasar por un árbol de tronco grueso. Al cruzarlo me transformo en una ardilla y trepo el árbol sin que Alastor me vea. Él levanta una ceja y empieza a buscar alrededor del árbol, sin existo.

Desde arriba lo observé llamarme. Y en respuesta aterricé en su cabeza, cayendo sobre su cabello castaño.

¡Boo!

El abre sus ojos, viéndome através del cristal de sus lentes—¿________?

Lo golpeé con la cola apropósito antes de brincar de su hombro. Pero antes de tocar el suelo me transformé en un ciervo.

Agité mi cola esponjosa en su nariz.

—Ten cuidado. Tal vez piense en cazarte—Bromea.

Mis ojos se entrecierran. ¿Cazarme, dice? ¡Ja!

Corro lejos de él con velocidad. Y al estar aproximadamente 20 metros el uno del otro, procedo a transformarme en un enorme, fiero, peludo y salvaje lobo gris. Mis colmillos lo reflejan.

Yo seré quien te caze, querido.

Él abre sus ojos de golpe. Perplejo. Parece leerme el pensamiento.

—No serías capaz.

Troto. Troto hasta él con velocidad y luego empiezo a correr. Su tensa sonrisas se borra de su rostro, volviéndola una expresión extraña.

Era raro verlo sin esa sonrisa.

Sus ojos casi se salen al verme a mí a pocos metros.

Y como si fuera un venado, un cervatillo asustado porque sabe que es su fin. Deja caer la leña y me da la espalda para correr de mí.

Es ágil.

Rápido.

Me esquiva repetidas veces. Pero parece cansarse. Su agotamiento le pasa factura cuando se tropieza y  cae al lado de un tronco. Jadea.

Un poder superiorWhere stories live. Discover now