30. Mi lindo chico

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Narra Alastor:

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Me despierto. Y al hacerlo, el ataque de miles de agujas en mi cabeza no tardan en llegar.

Oh. Joder. Duele horrible.

Por cortos momento no recuerdo dónde estoy, me alarmo aún más cuando no puedo ver nada, todo más allá de mis manos es borroso por mí falta de visión.

Siento mis pies descalzos y mi cuello más liberado. Mis manos tocan mi cuello notando que no tiene corbata.

¿Qué pasó?

Tanteo mis alrededores, estoy en un sillón. Y el olor me es familiar. ¿Estoy en la cabaña?

Puedo distinguir el sonido aullando de mi sombra, ella me entrega los lentes en las manos y yo puedo ponérmelos, sintiéndome mejor al instante.

—Gracias—Le agradezco a mi sombra.

Me levanto, miro mis pies y luego los zapatos a un lado. Mi corbata está en la pequeña mesa de la sala, perfectamente doblada. Suspiro.

—______...—La llamo.

No hay respuesta.

Camino fuera de la cabaña, el sol está en su máximo punto. Parece medio día. ¿Tanto dormí?

A lo lejos escucho voces conversando. Me acerco notando que es _______. Sonrío, ahí estás...pequeña bruja.

Me acerco a ella, y dejo de sonreír al verla colgada de el brazo de un hombre.

¿Un hombre en estas profundidades del bosque?

Me acerco. _______ parece notarme y sonríe. Está muy, muy contenta.

Aunque también nerviosa si analizo sus orejas.

—¡Al! Buenas tardes ¿Dormiste bien?

Sonrío—De maravilla—Respondo, mientas le lanzo una mirada interrogante sobre el hombre a su lado que no deja de mirarla—¿Puedo saber qué está pasando, cariño?

Ella ríe, toma de la mano al hombre y la sacude—Jerry, cariño ¿Recuerdas al amable hombre del que te hablé?—Pregunta en dirección al hombre.

El hombre asiente, pero no me mira, él sólo la mira a ella—Sí, mi amor.

Mis ojos se abren de golpe.

Ella sonríe complacida—Pues es él—Ella me sonríe, y me guiña un ojo divertida.

El hombre de nombre Jerry gira a verme, me extiende su mano—Buen día caballero. Un placer en conocerlo formalmente.

Asiento—Un placer—Estoy confundido—Cariño. ¿Puedo hablar con usted a solas?—Pido.

Ella asiente. Da un paso hacia mí, pero el hombre no la suelta. Ella lo mira—Cielo, ¿Puedes soltarme por favor?

Él niega. De un momento a otro mostrando una actitud desesperada y diferente a la que mantenía—No, no puedo soltarla, no puedo vivir sin usted. Por favor, no me abandone. Soy suyo, mi querida _____. Quiero ir con usted.

Un poder superiorWhere stories live. Discover now