31. Segunda oportunidad.

710 121 27
                                    


Incluso la oscuridad puede llegar a ser cálida y hermosa.

Desconocido. 09

~•Narras tú~•

—Para la próxima, cariño. Seré yo quien te prepare un platillo tan especial como este.

Niego sonriente—No hace falta, Al. Estoy feliz de que te haya gustado. En lo personal... no suelo cocinar mucho para otras personas—Río—Tenebris solo come algún pecador de vez en cuando

Alastor se limpia con una servilleta sus delgados labios. Lo miro atentamente. Mis ojos analizan su cuello, su delgado cuello. Luego bajan a la clavícula que está oculta bajo su camisa de un blanco hueso, adornada simpáticamente con unos tirantes negros y moño al cuello. Veo con cuidado sus brazos, delgados, pero definidos, y lo suficientemente fuerte como para levantar un pesado cuerpo sin vida del suelo.

Mis ojos siguen descendiendo hasta posicionarse en su cintura. Una estrecha cintura. Su espalda es ancha pero su cintura cerrada. Incluso con un corset varias mujeres tendrían envidia de su cintura de muñeca.

Levanto la vista hacia arriba. Y sus ojos brillantes me saludan, siendo protegidos por dos resplandecientes vitrinas que él llama lentes, dos grandes ojazos que parecen unas tazas de café humeante.

—¿Puedo saber qué está mirándo, señorita _______?—Pregunta curiosos al verme observándolo.

Sonrío—¿Se me tiene prohibido mirar, señor Alastor?

Sus ojos se afilan, las tazas de café se desbordan—Depende de lo que mire.

—¿Acaso a usted no le gusta mirar?—Ladeo la cabeza.

—No es de mi interés mirar fijamente las facciones físicas de las personas—Responde—¿Me dirá?

Suspiro. Doy un paso hacia adelante mientras mi cola se menea suavemente por debajo de mi vestido—Solo...analizaba tu cuerpo—Mis dedos rozan la superficie de la mesa. Quedando a centímetros de su mano sobre esta—¿Cómo te sientes con mi magia? Tengo curiosidad. Parece que tú cuerpo a adaptó bastante bien a ella.

—Bastante bien a decir verdad—Su sonrisa crece—Siento que puedo acabar con la vida de alguien con mis manos justo ahora.

Me siento a su lado, mientras cruzo mis piernas por debajo de mis vestido—Por cierto...¿Qué tal con tu trabajo en la radio?

Él se quita sus lentes, los limpia y se los vuelve a poner—La gente anda más interesada en ella desde que empezaron los asesinatos. Incluso me piden que haga horas extra. Escuchar a alguien garantizando su seguridad crea un efecto bastante positivo en las personas.

Me permito poner un brazo en la mesa y sostener mi cabeza con la mano—¿Seguro que no es por tu expectacular voz de locutor?—Bromeo.

Ríe—Posiblemente.

Tomo aire—¿Sabes? Cambiando de tema... Pensaba en hacer una interesante casería hoy—Digo—No quiero fingir ser una mujer a la cual le interese el bienestar de los demás. Sin embargo, tengo límites. Y si se me permite dar una opinión personal, detesto, aborrezco, repugno y ¡odio!—La madera cruje ante mis uñas— aquellas personas que venden su cuerpo a cambio de dinero o algún favor.

Alastor abre sus ojos ligeramente, sorprendido. Sus chocolates miran mis uñas las cuales están enterradas en la mesa por el enfado. Evidencia clara de todo lo que me molestaba del tema.

Traga grueso.

—¿Qué tienes planeado, cariño?—Pregunta alejando su mano de la mía.

Sonrío—¿Te gustan los niño, Alastor?


Un poder superiorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora