35. Güao

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El atardecer me hace ver menos pálida, me gusta. El sol no me hace derretirme como lo hace el infierno, no, al contrario, es mucho más agradable. El sol, más la brisa salvaje que despeina mi cabello, me hacían sentir viva.

¡Viva! ¡Viva de nuevo!

Podría jurar que dentro de mi pecho putrefacto, se encontraba un corazón latiente. Lleno de alegría y adrenalina.

¿Por qué adrenalina?

Ah. Sí.

¡Una manada de niñas, llenas de cadillos y cabello enmarañado me persiguen!

Todas sonríen divertidas, una enorme sonrisa que decora sus rostros llenos de sudor. Mantienen ese gesto mientras me persiguen y me está empezando a parecer aterrador.

—¡No recuerdo que los niños tuvieran tanta energía!—Grito para mí misma, huyendo despavorida de ese montón mientras mi cabeza las mira—¿¡Alastor!? ¡Ayúdame!

—¡Los siento, cariño! ¡Pero no me gustaría entrometerme!

Jadeo—¡Traidor!

Mi cuerpo está empezando a perder velocidad al adentrarme cada vez más en la montaña de maleza. Las niñas están cerca.

¡Muy cerca!

—¡Tenebris!

Dos segundos después de haber gritado su nombre, siento cómo mis pies dejan de tocar el suelo. Ahora mi hermoso y fiel lobo me llevaba encima de su lomo, alejandome victoriosa de esa manada de pequeñas salvajes.

Pero aún así las pequeñas no se rindieron, siguieron persiguiendome incesantes. Sin embargo, son niñas, son mortales, sus energías tienen límites.

Luego de unos 15 minutos, ellas se dejaron caer en la hierba, respirando agitadamente mientras aún soltaban leves carcajadas. Me acerco con Tenebris hacia ellas, nuestras sobras cubren sus figuras diminutas.

—¿Ya se cansaron?—Pregunto burlona.

—¡No es justo!—Grita Mary—¡Usaste a Tenebris!

Charlotte nos señala—¡Es trampa!

Niego—Nada es considerado como trampa al momento de correr por tu vida—Río.

Ellas permanecerán ahí, jadeantes. Siento a mi lado el calor corporal y fragancia a colonia de Alastor, su sombra me saluda—Estas chiquillas deberían dormir toda la noche con todo lo que corrieron—Dice Al. Satisfecho de nuestro éxito.

Asiento—Vamos pequeñas, deberían ir a darse un baño. Están sucias.

Ellas niegan—¡No! El agua del río es muy fría.

Suelto una risa—Pues no hay opción—Las ayudo a levantarse del suelo, ellas se sacuden el cabello y sus vestidos—Recuerden lavar sus vestidos también—Aconsejo mientras acomodo sus cabellos.

Todas asienten y me sonríen —¡Sí, madre!

Me tenso.

¿Madre?

...Me...llamaron madre.

No respondo. Siento como mi cuerpo se tensa lentamente, soy una estatua.

Alastor toca mi espalda al notarme paralizada—Supongo que es normal el que te vean como una figura materna.

—S-sí. Pero es que...Y-yo—Parpadeo.

Las niñas se miran entre sí. Las veo arrepentirse—Lo sentimos. No queríamos ponerte de mal humor.

Un poder superiorWhere stories live. Discover now