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Con tan solo escuchar su nombre hace que muchos se estremezca en su lugar.
Imaginan sangre.
Huesos.
Cuerpos desmembrados.
Y por supuesto...Un apetito singular por la carne.
Carismáticos, sonriente, cortés y a la vez cruel.
Todos al escuchar ese no...
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Narra Alastor.
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Duele.
Duele tanto.
Me arde y quema por dentro.
Siento miles de voces en mi cabeza, todas me piden ayuda, todas me piden piedad, liberación y paz.
Siento que las mismas llamas del infierno me queman desde adentro.
Soy fuego.
El fuego derrite mi carne y mi piel.
Las voces me consumen el cerebro.
Es...incluso difícil de pensar.
No puedo ni siquiera entender mis propios pensamientos, no puedo escuchar mi propia voz.
No puedo ni siquiera estar seguro de si soy yo el que habla.
¿Soy yo, u otra persona?
Mis ojos pueden verla, ella está ahí. Frente de mí. Con esa sonrisa burlona mientas que sus colmillos filosos me reflejan. También puedo ver el brillo dorado que desprende de sus cuencas. Sus orejas se sacuden. Sus labios se mueven, pero no la entiendo. Solo puedo ver cómo sus labios pálidos, el inferior más grueso que el superior, se mueven creando palabras.
Pero no le entiendo.
No le entiendo.
¡No puedo escucharle!
Miro mis manos. Están enterradas en la tierra, buscando algún apoyo o...¡lo que sea que me mantengan firme a la tierra!
Siento su toque en mi espalda...
Me está tocando.
Y nada más con su toque ella pudo callar las voces en mi cabeza. Todas parecen cerrar la boca y alejarse.
Le temen.
Todas las voces le temen. Lo siento. Puedo sentir el miedo de esas voces.
Ella aparta su tacto de mi espalda y de nuevo las voces vuelven a hablarme. Pero esta vez parecen mucho más tranquilas, ahora todas las voces solo dicen una cosa.
