Las Cartas.

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– Matamoros quiero que solicites una visita conyugal, hay un tema que no lo podemos discutir aquí.

– Lo sé, no te preocupes que lo haré saliendo de aquí. Ah pero hay algo que me pidieron entregarte

– ¿Qué cosa?

– Mónica e Isabela, me entregaron un par de cartas para ti, ya que no pueden verte... probaron con esto

– Entregamelas — suelta un suspiro que demostraba su cansancio — Diles que la respuesta tal vez no llegue

– Es lo que les dije desde que me las dieron — se los deja sobre la mesa — De todos modos querían que hiciera el intento de dartelas

– Son tercas, era de esperarse...

– ¡Se acabó la hora de la reunión señoritas! — alza la voz — Pónganse de pie y de forma ordenada acerquense a los celadores que las trajeron hasta aquí

– No olvides lo que te pedí Matamoros — se pone de pie — Cuanto antes mejor






Como de costumbre revisan lo que sea que vienen a entregarte, abrieron los sobres de las cartas y cuando tuvieron la certeza de que ahí no escondieron alguna navaja o una bolsita diminuta de droga, me las devolvieron. Esposaron mis manos una vez más antes de encaminarme hasta el pabellón donde residía, encontré a mis compañeras de celda contándole a las presas que ingresaron hoy mi gran hazaña como si fuera un triunfo de ellas mismas.






– Tenía muchísimas patrullas persiguiendole los talones pero se las arreglo para perderlas en un pequeño pedazo de tierra y vegetación — se trepa a la mesa — Cambio de coche y se refugio en el baño de una gasolinera, sabía que con el brazo herido no llegaría muy lejos...

– Entonces decidió quitarse la bala — sonríe Laura, de las tres era la más sádica, sin duda disfrutaba mucho esa parte de la historia — Le pidió a su guardaespaldas que le consiguiera alcohol, un par de gasas y una de esas pinzas para depilarte las cejas... se vertió el alcohol sobre la herida ¡abierta! ¿Tienen una idea de lo mucho que habrá dolido? Pero necesitaba desinfectarla... luego hundió la pinza en el orificio de la bala y hurgo en el hasta que la localizó... ¡ah! De sólo imaginarlo...

– Si, si, si Laura, ya sabemos que te fascina el dolor — la interrumpe Helena — Después de quitarse la bala huyó a la playa, los policías dieron con ella pero eso era parte del plan, corrió de dos patrullas que la perseguían y ¡murió en el mar!






Aquí es donde le ponían algo de suspenso para que las nuevas fueran procesando y asombrandose por la gran historia, he de admitir que esto siempre me causaba algo de risa. Helena se puso de pie sobre la mesa de metal para darle más impacto a su siguiente frase, lo sé, ama el dramatismo.






– ¡Pero sobrevivió! ¡Un barco paso a buscarla! Se valió de todos sus contactos para suturar la herida en el brazo que la tenía tan agotada pero ¡jamás derrotada! — mueve los brazos al hablar — ¡Salió del país en cuestión de horas! ¡Y todo bajo las narices de todas las personas que estaban tras su rastro, fue a Francia! ¡A disfrutar del vino y los quesos frente a la Torre Eiffel con la policía ahí saludandole!

– ¡Rea! ¡Bájate de ahí si no quieres ganarte una descarga! — advirtió la celadora

– ¡Pero no se detuvo ahí! — descendió de la mesa con un salto — Todavía se dio el lujo de darse una pasada por Madrid por unos negocios y eso la llevo a su siguiente destino niñas, la tierra de los cuerpos bonitos, los carnavales y de la extrema corrupción

– ¡Río de Janeiro! — gritan las que se sabían el relato de memoria — ¡Olha que coisa mais linda! ¡Mas cheia de graça! — corean al verme — ¡E ela a menina que vem e que passa, num doce balanço a caminho do mar!

Barrotes De AceroWhere stories live. Discover now