La Cabaña.

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– Por un momento casi te creo hijo de puta

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– Por un momento casi te creo hijo de puta.

– Baja el arma Altagracia

– No, la vas a bajar tú y te pondrás de rodillas, un localizador... eres un desgraciado

– No lo puse ahí, Altagracia escúchame...

– Fuiste tú ¿no? Le avisaste a la policía que estaría escondida y como no me pusdiste encontrar, me hiciste venir hasta aquí para que me capturaran... vas a quitármela... es lo único que quieres ¿verdad?

– ¡No fui yo!

– ¡Te callas! — alzó la voz

– Doña, hay unas patrullas a unos kilómetros de aquí, debemos irnos

– Altagracia de querer entregarte te hubiera citado en un sitió donde fuera fácil de acceder... no en medio de la nada

– ¡Cállate, necesito pensar!

– Doña... ¿Qué hacemos?

– Carlos... vas a tomar su camioneta, que Alonso te acompañe y tenga el localizador en la mano — titubea tratando de organizar sus ideas lo más rápido posible — Llama a otros dos y finjan una persecución, destruyan el localizador cerca de aquel angar de aviones, en la camioneta de Alonso hay una bolsa de papel con dinero, sobornen a cualquier piloto para que despegue justo cuando la policía llegue ahí, el destino que sea cualquiera pero ese avión me lo despega, deja la camioneta de Luís abandonada y escapen, no vayan a la casa, avísenle a Matamoros de todo esto para que esté pendiente de lo que nuestros informantes puedan revelarle — toma una gran bocanada de aire

– No podemos dejarla aquí...

– ¿¡No entienden que la policía ya viene!? Van hacer exactamente lo que les estoy ordenando o de lo contrario, todos nosotros vamos a terminar en la cárcel







Rápidamente acataron las órdenes de Altagracia, ella se quedaría con su camioneta y con José Luís, los dos todavía mantenían las armas apuntándose entre sí pero él la bajo una vez estaban solos, nada más la sacó para que los guardias de Altagracia no intentarán dispararle.






– Eres... — colocó la mano en su vientre bajo — Eres un desgraciado, me ibas a entregar Luís

– Altagracia te dije que no lo sabía, lo último que quiero es que nuestro hijo termine en manos de tu familia, si debe estar bajo el cuidado de alguien ese es el tuyo o el mío... ahora baja el arma por favor

– Lo de la tregua fue nada más para distraerme ¿no es así? ¡Confíe en ti! ¡Me arriesgué por ti! ¡Y no sólo me arriesgué a mí, también al bebé!





Bajo el arma por unos segundos al sentir un dolor punzante, José Luís quiso acercarsele pero rápidamente ella se recompuso apuntándole una vez más, respiro hondo un par de veces antes de encararlo y le saco el seguro a su pistola.





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