Oh barrotes!
Fríos, tan fríos cómo tus manos cuando soltaron las mías.
Delgados cómo tus lindos labios.
Pero fuertes cómo la espada que clavaste en mi costado, el día que me traicionaste.
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Después de su merecida ducha pasó a colocarse la ropa que le habían traído, era uno de esos vestidos típicos pero traídos más a la actualidad, estaba sin ropa interior pues esperaba a que se secará para poder ponérsela, ni de chiste saldría de la habitación o así era hasta que José Luís reapareció de su paseo, él traía puesto un pantalón de lino beige y una camiseta del mismo material que el vestido de Altagracia, blanca por supuesto.
– Fui a comprarnos ropa interior, pontela para poder ir al comedor
– ¿Es necesario salir? Estoy cansadisima
– Vamos, te hará bien salir, afuera hay música, buena comida y podrás aplastarte en la silla
– Bien, aprovecha y habla con Aliyah, hace rato me toco tranquilizarla al igual que Lucho
– Ponte las sandalias y vamos, la llamare mientras esperamos por nuestra comida
– Bien, todo sea por la comida
Como la dueña asumía que ambos eran pareja, le habló a José Luís del espectáculo de esta noche, comieron justo cuando el sol comenzaba a meterse, después de un par de tragos logró convencerla de caminar un poquito, fueron hasta la plaza donde habían mesas y un gran espacio para bailar, así como escuchar buena música.
– ¡Ay no! Luís creí que sería una caminata tranquila y que luego me dejarías ir a dormir
– La dueña de la posada dijo que sería divertido, vamos Altagracia, está es nuestra oportunidad de convivir como gente normal
– ¿Y se te tuvo que ocurrir justo cuando estoy cansada?
– Tienes toda una vida para dormir, ahora vamos — la lleva de la mano
– Hablas como si no tuviera una niña pequeña en casa, no dormiré hasta que ella sea bien autosuficiencia y como tiene tus genes... me preocupa que ese día nunca llegue
– Sólo por esta noche olvida mis genes y todo lo malo que hay entre nosotros — corre una de las sillas — Siéntate, voy a pedirnos algo para que se te levante el animo
– Pero no vamos a volver tarde — pide — En serio estoy cansada
– Te prometo que no volveremos tarde, ahora quédate ahí que enseguida se pondrán a cantar
Al final José Luís tenía razón, había buena música, los tragos estaban muy ricos también; hacía tanto tiempo que ellos dos no se ponían considerablemente ebrios. Altagracia se reía de las estupideces que decía o hacía, hasta que la arrastró a la pista improvisada de baile, ninguno tenía idea de como debía moverse así que simplemente bailaron lento pues ya el mundo les comenzaba a girar si hacían movimientos bruscos.
– Debemos vernos muy ridículos bailando lento en un rincón
– No creo que nos estén prestando atención, allá se la están desviviendo con sus pasos