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Los encuentros que tenía con Satoru eran más frecuentes. Incluso, me hace pensar que me está siguiendo.

Caminaba a casa a pasos lentos, pero sentí que venía detrás de mi, al mirar hacia atrás no había nadie.

— Acá estoy — me tocó mi hombro. Yo di un brinco del susto. Nuevamente dirigí mi mirada hacia al frente para verlo.

— Bien, suficiente. Eso es acoso, ¿Sabés? — crucé los brazos.

— ¿Qué has pensado?

¿En serio? ¿Sólo por eso me está siguiendo?

— Está bien — respondí. Parece que mi respuesta le dio gusto —. Voy a aceptar, sólo no me vuelvas a seguir.

— Está bien — me tomó de la cabeza para dar una leve sacudida —, pues toma tus cosas que ya nos vamos.

¿Qué?

— ¿Qué?

— ¿De qué? — hice una mueca mientras negaba.

— ¿Ahora?

— Entre más pronto controles tu poder, mejor. Así que no hay que perder tiempo.

— Pero, mis hermanos...

— Tranquila. Iremos con ellos y les comentaré todo. Estarán bien.

Suspiré. Asentí.

No me quedaba de otra. Ya había aceptado, no debo de echarme para atrás.

No sé qué demonios es este Gojo Satoru pero logró convencer a Tsumiki y a Megumi de que estaré bien con él y que no tardaré, sólo serán algunas semanas o casi un mes.
No alcancé a despedirme de ellos, pero sólo me dijeron que no los olvidara y que no me preocupara por ellos.

De camino al tren, yo iba cabizbaja. No creí que esto sucedería algún día. Sólo espero que mis hermanos se encuentren bien en este tiempo que estaré ausente.

— ¿Emocionada? — preguntó una vez que nos sentamos en nuestros asientos.

— En realidad no — respondí.

— ¡Oh, vamos! Será increíble. Vienes conmigo.

— Creo que contigo tendré más problemas.

Se rió. Al parecer todo lo que le digo le da risa o no sabe qué responder a mis respuestas defensivas.

Una vez que estuvimos algo alejados de la ciudad Saitama, lugar donde he estado viviendo mis 18 años de vida, el tren se detuvo ocasionando confusión en los pasajeros.
Yo iba muy metida en un libro que Tsumiki me prestó antes de venir. Nunca se lo devolví porque se me olvidaba.

— Sunmi, acompáñame — dijo Satoru. Dejé el libro en mi mochila y lo seguí. Íbamos recorriendo los pasillos hasta llegar al último vagón del tren. Estaba oscuro y desolado.

— ¿Qué hacemos aquí? — pregunté.

— Hay una Maldición arriba — dijo. Por alguna razón, es que sentí una leve vibra negativa desde arriba del tren — Supongo que ya pudiste sentirla. Lo que ellos tienen es energía maldita y, con eso, nosotros los hechiceros podemos saber en dónde se encuentra.

«Lovefool»; Gojo SatoruWhere stories live. Discover now