35.

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[...]

Pasaron las fiestas decembrinas, incluso Año Nuevo y yo no he regresado a la academia. Mientras que Nanami y Shoko ya se fueron, yo quiero hablar con ella.
Ellos sabían que me encontraba aquí, así que, en lugar de desanimarme, me dieron todo el apoyo moral posible.

La veo pasar por la acera de enfrente del pequeño hotel. Está usando una camisa blanca con una corbata negra y pantalón de vestir negro igual que sus zapatos.

Nanami dijo que había conseguido un trabajo de oficinista aquí en Saitama. Eso quiere decir que no va a regresar a Tokyo y mucho menos a la academia.

Va con la mirada fija en su celular. Es mi oportunidad. Salgo corriendo del edificio. Antes de cruzar, me detengo en seco, igual que ella. Una maldición. Hay una maldición aquí. Al parecer de grado 2.

Suspiró y dio vuelta por el callejón que estaba a pocos pasos de ella. Inmediatamente corro a esa dirección. Mi plan A es verla pelear. Mi plan B, ayudarla en caso que la maldición pase a ser de grado especial. Asomé la cabeza para verla.

— No tengo tiempo para estupideces — dijo, mientras guardaba su celular en el bolsillo de su pantalón.

Formó un arco de cristal y disparó en la cabeza de la maldición. La maldición se hizo polvo de manera inmediata. Su poder ha incrementado bastante. Se dio media vuelta, así que me retiro para que no me vea y se de cuenta que la estaba siguiendo.

Sus tacones salieron hasta la banqueta, donde nuevamente, sacó su celular y volvió a caminar para dirigirse a su casa.

Volvió a detenerse. Me siente. Sabe que estoy aquí, porque cuando mira sobre su hombro, inmediatamente me escondo en el callejón. Se queda en ese lugar por varios segundos hasta que vuelve a caminar.

La dejo que llegue a casa.

Después de minutos, me hacía allá. Listo para hablar con ella.

Toqué el timbre.

Llegué a casa

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Llegué a casa. Colgué las llaves y me fui directo a mi habitación. Tsumiki todavía no sale de la escuela. Dijo que iba a pasar por Megumi al salir, así que, lo único que me queda hacer es hacer la comida. Las labores domésticas las hago antes de irme a trabajar.

Tocaron el timbre. Hablando de tocar el timbre, mejor pido una pizza. Es Viernes y no tengo ganas de hacer de comer. Je.

Voy a pasos rápidos a abrir la puerta. Es claro que no son mis hermanos, ellos traen su propia llave. Debe ser el cartero.

Al abrir la puerta, me aguanto las ganas de cortarle la garganta. Había sentido su energía después de que salí de ese callejón luego de exorcizar a esa maldición pero, creí que estaba alucinando.

— ¿Qué se te ofrece?

— Vengo a hablar contigo.

— Contigo no tengo nada que hablar. Vete de aquí.

«Lovefool»; Gojo SatoruTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon