9.

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— Sunmi — Shoko me tocó el hombro a media clase. Logró sacarme de mi trance sólo para verla sobre mi hombro. Me sonrió con complicidad.

Suspiré.

— Getou — lo llamé en susurro. Él estaba sentado al lado de mi. Volteó en mi llamado. Le hice una seña, apuntando a Shoko. Él simplemente suspiró mientras negaba pero luego asintió.

Volteó a ver a Satoru, haciendo lo mismo que yo. El albino asintió.

Cada vez que Ieiri intenta escaparse de las clases de Yaga, tenemos un plan diferente para que no sea tan predecible cada vez que desee salir del salón de clases, como todos en algún momento.

Entre esos planes no estaba lanzarme bolas de papel en la cabeza. Al principio no me molestó, pero después parecía hacerlo con más fuerza. Vi de reojo a Suguru, estaba riendo bajo mientras negaba. ¿Quién de este par se le ocurrió esta idea? Para matarlo.

La última bola de papel fue el colmo porque me la lanzó con todas sus fuerzas. Mi cabeza se fue hacia el frente por el impacto.

— ¡Gojo Satoru! — grité molesta, poniéndome de pie y girando sobre mis talones para verlo — ¡Deja de hacer eso!

— ¿Hacer qué? — preguntó con desdén.

— Ahora sí te mato — brinqué mi silla para lanzarme a él.

Todo el salón era un caos. Mientras intentaba golpear a Satoru, él me había tomado del cabello y de la muñeca. Getou comenzó a reír a carcajadas, a su vez nos animaba. Los demás estaban haciendo lo mismo que Getou.

Algo me golpeó el rostro. No tengo idea de qué fue pero de lo que alcancé a ver antes de que Yaga me sacara del salón es que a Satoru también lo golpeó y lo sacó del salón.

— ¡¿No pueden estar calmados por una sola vez en las clases?! — estaba exaltada. Aquella cosa que nos golpeó había sido un peluche que él mismo hizo.

El golpe en la mejilla me palpita tanto que hasta siento la cabeza retumbar también.

— ¡Satoru me estaba jodiendo!

— ¡¿Qué?! ¡Estás loca, Sunmi!

— ¡Cállate!

— ¡Basta! — gritó esta vez. Crucé los brazos —. Bien, par de tortolos idiotas...

— ¡No somos novios! — exclamé.

— Si lo sigues negando, más se convertirá en una verdad — comentó Satoru, abrazando mis hombros. Iba a golpearlo pero esta vez, tenía su Infinito a flor de piel, por lo cual, me golpeé en los nudillos. Sí tengo mucha fuerza física al parecer.

— ¿Ya acabaron? — preguntó Yaga, ninguno dijo nada —. Van a limpiar el salón. Y no, no sólo las bolas de papel que Satoru lanzó, sino también los pupitres, y las ventanas. Y de paso el escritorio del profesor.

— ¿No quieres que limpiemos todos los salones también? — bromeó Satoru. Yaga se quedó pensando.

— Pues la idea no suena mal. Así que sí. Pero ahora dedíquense al salón donde comenzaron su desorden. Mañana comenzarán con otro.

— Gojo, eres un imbécil — susurré.

Salimos de su oficina para ir directamente al salón. Yo llevaba cargando la escoba y trapeador igual que una cubeta. Él sólo llevaba uns franela.

— ¿Ni quiris qui limpiemis tidis lis salinis también? — lo imité enojada —. No puedo creer que para algunas cosas seas todo un genio, y entre ellas esté joderme.

«Lovefool»; Gojo SatoruWhere stories live. Discover now