43.

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No tengo la noción del tiempo pero el cielo comenzó a atardecer.
A duras penas me moví a un costado, liberé un jadeo.
Mis piernas casi no respondían y, aún así, logré arrodillarme en el suelo. Me senté en mis talones para ver el cielo.

— Getou... — susurré — ¿Dónde... Estás ahora?

No tengo las fuerzas para enfrentarlo de nueva cuenta, tampoco quiero hacerlo.
Me levanté del suelo para salir de este edificio y comenzar a caminar. Mis pies se arrastran con cada paso. Me tengo que apoyar a la pared para poder avanzar.

Torcí a la derecha hacia un pequeño callejón. No puedo seguir avanzando. Di un último paso para después recargar mi espalda en la pared y comenzar a bajar y sentarme en el suelo.

Me duele el cuerpo, pero eso no se compara con el dolor que tengo en el corazón.

— No quería matarte — susurré —. No podía matarte... Getou...

Recargué mi cabeza en la pared, cerré mis ojos. Me siento tan cansada, sola y vacía que lo único que quiero es permanecer en este lugar hasta que, o muera o, alguien venga. No creo que nadie venga, los chicos están heridos, Satoru está en la ciudad aún peleando contra ese sujeto, Ieiri y Nanami no se encuentran cerca tampoco.

Getou...

Dudo mucho que me quiera ayudar aún después de atentar contra su vida e insultarlo.

— Veo que llegaste antes de que muera.

Abrí mis ojos. De reojo miré a mi lado derecho, ese de ahí...

Es Satoru. Intercambiamos miradas hasta que mandé mi vista a dirección de la voz que escuché frente a mi hace segundos.
Al verlo en esa condición, liberé una leve risa que al principio fue un quejido y luego pasó a ser una risa.

— Fue Yuuta, ¿no? — pregunté, mirando sus ojos. Bajó la cabeza con una sonrisa.

— Ese chico tiene un poder inimaginable — contestó —. Ya que están aquí, quisiera que ella me matara — dijo, refiriéndose a mi. Suspiré, me dolieron las costillas.

— Getou — mencioné. Su nombre me cala hasta los huesos, como aire frío en Invierno y no tienes un abrigo para cubrirte — ¿Aún me amas?

Sonrió.

— Jamás dejaré de hacerlo — respondió.

A duras penas me levanté. No puedo seguir aquí, viéndolo y, después, ceder a sus brazos. No puedo y menos con Satoru presente.
Me aflojé la corbata para después quitármela por encima de mi cabeza.

— Esa es la única manera en la que puedo matarte — respondí —. No correspondiendo a tu amor — caminé hacia él, para ponerle la corbata en su cuello —. Siempre quisiste una, ¿o no?

Acaricié su mejilla ensangrentada y me alejé de él.
Caminé en dirección donde escuchaba voces. Me seguí apoyando en la pared para seguir avanzando.
Suspiré profundo al verlos sanamente, sin heridas ni nada por el estilo, alguien los sanó y no fue Satoru. Apenas llegó.

— Maki — dije, ella me miró —. Toge, Panda.

— ¡Sunmi! — exclamó Panda con alegría. Corrió hacia mí para abrazarme.

— ¡No, no, espera, Panda! — llamé en voz alta, pero fue demasiado tarde, me abrazó y el cuerpo me dolió aún más.

— ¡Oye, Panda! — dijo Maki en voz alta — ¡Está herida! ¡Déjala!

— ¡Lo siento, lo siento mucho! — me dejó en el suelo con lentitud. Liberé una pequeña risa.

— Están bien — dije, sonriendo —. Sólo eso me importa.

«Lovefool»; Gojo SatoruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora