62.

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— Esa cosa tiene el dedo. 

Nanami me miró con suspicacia. Lo miré.

— ¿Qué?

— Hablas con tanta certeza, que me causa...

— ¿Desconfianza?

— No. Miedo. Y es primera vez que lo siento.

Suspiré. 

— Nanami... Ese día que estuve en coma... Hice un trato con Sukuna... — me miraba con suspicacia. No me gustan sus miradas así, me dan miedo —. Me brindó la más mínima parte de su poder para que yo pudiera encontrar sus dedos.

— Así que eres más susceptible a su energía maldita — asentí. Suspiró —. Sólo espero que cumpla con su parte del trato; de lo contrario, le voy a arrancar la cabeza a ese sujeto. 

— Sunmi tendrá dos defensores en caso de que el Rey no cumpla con sus condiciones — comentó Satoru, sonriendo —. Hay personas allá abajo. 

— Yo me encargo de la maldición — dije, asintieron y se fueron.

Disparaba a sus ojos desde esta altura, mientras que Nanami y Satoru se encargaban de las personas en peligro. Es una maldición de grado especial tan grande a comparación de las que me he enfrentado. Uno de sus tentáculos salió a mi dirección para sujetarme, di un salto para caer sobre su extremidad y comenzar a correr. Disparé en su ojo, pero...

— ¡Hola, Sunmi!

— ¡¿Mahito?! — golpeó mi rostro con tanta fuerza, provocando mi caída. 

Caí boca abajo, golpeando mi rostro en el suelo y lastimando mis rodillas. Todo mi alrededor da vueltas y no logro enfocar el piso. Las líneas de separación de las maderas no se unen, se mueven de manera descoordinada. Intento ponerme de rodillas pero de nuevo caigo al suelo.

— ¡Hoy vamos a jugar: ¿Quién se queda con el dedo de Sukuna Ryomen?! ¡¿Estás emocionada?! 

Me levanté de golpe, abracé su torso para tirarlo al suelo. Al dar el primer golpe, golpeé el suelo agrietando la estructura. Se fue.

— ¡No huyas, bastardo! — exclamé molesta. 

— ¡Si no huyo, no es divertido! — dijo en voz alta desde la cabeza de la maldición. 

— Yo me encargo de él — dijo Nanami. Me puse de pie, ya estaban ellos dos a mis lados. Detuve a Nanami interponiendo mi arma frente a él.

— No — dije —. Mahito es mío. Ese golpe se lo voy a regresar al doble. 

— Nosotros nos encargamos de la maldición — informó Satoru. Asentí.

— No dejes que te toque — sugirió Kento. Negué.

Disparé una flecha a dirección de Mahito que, inmediatamente, desapareció, dándole la oportunidad a Kento y Gojo de ir tras la maldición. Buscaba a Mahito con la mirada pero no lo encuentro por ningún lado. 

— Idiota, escóndete mejor — dije, a su vez, di una vuelta sobre mi mismo eje y pateé su mandíbula con mi la punta de mi bota. La sangre bajaba de su labio inferior, pero, lo que más llamó mi atención fue que se estaba sosteniendo la mandíbula — ¿Qué? — me miró con miedo. Esa mirada me dio tanta risa que no dudé en soltar una carcajada — ¡¿Te disloqué la mandíbula?! ¡¿Un pequeño golpe te provocó eso?! Y eso que no ataqué con todo mi poder. 

Sin perder tiempo, me dirigí a su dirección y acerté un codazo en su rostro. Lo tomé del brazo antes de que se fuera de nuevo. 

— Dame el objeto y no te disloco el hombro o te corto la cabeza. 

«Lovefool»; Gojo SatoruWhere stories live. Discover now