Capítulo 4.

1.4K 137 15
                                    

Kara.

Una semana habría pasado desde el accidente con la matriarca de los Luthor y hace exactamente una semana atrás había conocido a la más pequeña de la familia y quien se transformaría en mi dulce aliada para lograr mis propósitos malignos.

—Tienes cara de pervertida. — Musitó Nia desde la puerta. — ¿Por qué tienes cara de estar pensando secuestrar a alguien?

—Quizás lo esté pensando. — En estricto rigor la idea de Nia no era mala, solo que estaba el pequeño factor justicia que podía complicarlo todo. — No te lo diré en absoluto, pero siempre tendrás esa duda de saber si pienso meter a alguien maniatado en al sótano de mi casa.

¿Cómo se vería Lena amarrada sobre mi cama? ¿Sería tan feroz como lo era de empresaria? Quizás era más bien dulce, de esas que les gusta abrazar, caricias tiernas y besos en todo el cuerpo. Ninguna de las dos me desagradaba en absoluto.

—Vives en un departamento. — Mi empleada cortó de raíz todas mis fantasías. — No tienes sótano.

—Pero tengo bodega. — Contra ataqué de inmediato.

Nia resopló. — Pero llevar a alguien a una bodega es... es... — De inmediato lanzó un sonido de frustración. — Además, no creo que ese secuestro termine siendo silencioso.

—¿Por qué lo dices?

La chica me dio una sonrisa irónica. — Porque te has puesto dura en el mismo momento en que hablamos de secuestros. — Fue un movimiento automático el sentarme recta y esconder mi erección, mientras que Nia lanzaba risas estridente. — Por favor, Kara, te conozco desde que eras una niña precoz que le enseñaba el pene a cualquier chica que le gustara.

Dios, ¿por qué le di trabajo a mis amigos de infancia?

—¡Nia! — Retomé mi tono formal. — Estás despedida.

—Si, como digas. — Desestimó mi orden con un movimiento de manos, arrancándome un bufido de inmediato. — Ahora, dime, ¿quién es la persona que te tiene como adolescente?

Negué de inmediato. — No te lo diré.

La joven se quedó suspendida en una especie de meditación superficial, en donde se podía ver claramente como los engranaje de su cabeza girar, hasta que solo se encogió de hombros y luego me sonrió de una manera casi inocente.

—Necesito un consejo de amiga. — Susurró con esa misma sonrisa angelical. — Lo que pasa es que he visto los titulares que aclaman el regreso de Lena Luthor, además la he visto un par de veces en esta oficina. — Ni se te ocurra... — ¿Tu tienes su número? Quiero conocerla.

—No. — Corté de inmediato.

—¿No tienes su número?

Bufé. — Si lo tengo. — Nia solo sonreía con fuerza. — Pero no te lo voy a dar.

—¿Y eso es por...?

—Porque es mía. — Musité para luego darme cuenta de lo que había dicho y de que Nia había estado tocándome las narices. — Quiero decir...

La maldita solo me dio una sonrisa burlesca .— Te quieres comer a Lena Luthor. — Canturreó con burla. — ¿Quieres una aleada? Yo soy muy buena en conquistar a las chiquititas. — Sabía que Nia hacía esa extraña imitación de Cid el perezoso para terminar con la tensión. — Puedo averiguar todo lo que le gusta y convertirme en su amiga para decirle que eres buena en la cama.

Dios, no. Involucrar a Nia en la ecuación iba a ser un completo desastre.

—Nia, no te preocupes. — Descarté con un movimiento de manos desinteresado. — Ya tengo a una secuas en el delito, que se llama Ruby Luthor y es más funcional que tu en ese sentido. — Mi amiga hizo una clara mueca de molestia. — Ella me va a ayudar con su tía.

La deuda de Los Luthor. - SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora