Capítulo 47.

705 96 10
                                    

Kara.

Horas antes del encuentro.

Estaba esperando, aún con las manos en los bolsillos mientras miraba ese horizonte perdido que me estaba consumiendo a cada instante que pasaba. Sabía que él me traería a mi hija, sabía que me la devolvería, pero no sabía si esto me traería a Lena o ellas vendrían ilesas.

—Kara... — Sam estaba conmigo, pese a que Alex había hecho un berrinche en el intento de ser ella quien venía en el lugar de su futura esposa. — Oye, yo...

—No te preocupes. — Corté un poco hastiada de que el mundo me estuviese empujando a mantenerme en calma pese a tener el corazón roto. — No haré nada que arruine esto, no haré nada que nos quite a nuestras niñas otra vez.

Bajé la cabeza, pensando que esto era como decir que Lena no me importaba, pero entonces me encontré con un abrazo un tanto torpe de Sam, quien se mantenía temerosa y un tanto sollozante. Eso me hizo pensar en lo egoísta que estaba siendo, respondiendo de esa manera tan hostil cuando ella también estaba perdiendo a su hermana si algo salía mal, que era su hija y su sobrina la que ese desgraciado había secuestrado.

—No quería decirte eso. — Sam me estaba abrazando y consolando pese a que estaba tan destruida como yo. — Yo... yo te admiro porque no te has roto, pese a que ese idiota intente arrancarte la vida completa. — Quise hacerme pequeña y llorar, pese a que tenía claro que no habría ninguna solución con esas lágrimas derramadas. — Sé que esto no es fácil, pero yo te ayudaré.

—No se la entregaremos. — Susurré conteniendo las lágrimas.

Ella asintió. — Traeremos a Lena de vuelta, cueste lo que cueste.

Apreté ese aparato que significaba la única salida que tenía, el último atisbo de esperanza de recuperar mi propio corazón y que la vida no terminase por volverse una mancha oscura que me recordaría el resto de la vida que no había podido protegerla.

Entonces, ese llegó y el rostro de mi sobrina apareció con él.

Algo dentro de mi se detuvo, porque apenas se abrió la puerta, ese hombre que había visto tiempo atrás en la oficina de Lena había tirado del brazo de Ruby para bajarla, quien pese a ser tan pequeña se aferraba al cuerpecito tranquilo de Lutessa. Ruby tenía las ojeras marcadas, los ojitos hinchados por las lágrimas y probablemente por el poco sueño que tenía encima; estaba exhausta.

Lutessa por otra parte se veía extremadamente tranquila, acurrucada contra el pecho de quien se había declarado casi su hermana, estaba calma y completamente atenta a lo que pasaba a su alrededor. Por primera vez pude ver como la hermosura de Lena se trasmitía en las facciones de mi hija; la manera en que su ceja se arqueaba cuando algo la hacía dudar, fruncir los labios cando estaba nerviosa, esa arruguita que se formaba en su frente. Todos decían que la niña era únicamente una copia mía, pero lo cierto es que la belleza de Lena le exudaba por los poros, volviéndola esa mezcla perfecta de todo lo que estaba bien en nuestras vidas.

Mis ojos furiosos se clavaron en ese hombre, ese desgraciado que apretaba con fuerza el brazo de la niña como si quisiera arrancarlo, o en su defecto, como si quisiera castigarla por simplemente existir. Quise gruñir en el intento de ir en contra de él, arremeter con tanta fuerza que su mismo cráneo se resquebrajase hasta simplemente explotar.

Apenas di un paso, él tomó con más fuerza a Ruby y la puso frente a sí. — Ni un solo paso más, cachorro. — De inmediato gruñí un poco furiosa. — Que no se te olvide que soy yo el que tiene el sartén por el mango.

—Dame a mi hija y a mi sobrina. — Advertí. — Hemos cumplido cada maldita cosa que has pedido, hemos seguido tu estúpido juego...

Lo vi hacer una mueca. — No sabía que la vida de tu hija y de tu sobrina fueran un juego. — Hijo de perra, estaba intentando desequilibrarme. — Para mi esto me parece bastante serio. — Di un paso furioso, deseando poder romper su cuello entre las manos, pero de inmediato me detuvo mostró el arma anclada a su cinturón. — Discúlpame, Kara. — Lanzó con parsimonia. — Pero tengo que asegurarme de que no harás una idiotez o que no intentarás apuñalarme por la espalda, cuando estoy haciendo esto por ti. — Deseaba golpearlo. — Estoy entregando a tu hija y a tu sobrina sin ningún rasguño, sin pedirte nada a cambio y tu estás actuando muy grosera.

La deuda de Los Luthor. - SupercorpOnde histórias criam vida. Descubra agora