Capítulo 53.

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Lena.

Sentía el tan conocido cansancio de los músculos, un dolor placentero y la sensación de no haber dormido en absoluto, pese a que en realidad debía ser bien avanzado en la mañana, pues el sol me pegaba en la cara con fuerza. A mi lado sentía el calor reconfortante de mi esposa, quien parecía estarse moviendo suavemente por alguna razón.

Abrí un ojo aún reticente a la vida, viendo que ella tenía a Lu muerta de la risa sobre su pecho, meciéndola con suavidad mientras la niña apretaba sus manitos en lo que parecía aferrarse con fuerza a la camiseta que escuetamente cubría su desnudez. A los pies de esa tierna escena, se encontraba Kripto con la cabeza levemente recostada sobre mi rodilla, con los ojos clavados en la interacción entre madre e hija.

—¿Quién diría podrías evocar una mirada tan dulce después de lo que pasó anoche? — El rojo abordó sus mejillas con demasiada rapidez, luego su mirada atolondrada chocó en mi. — No me mires con esa cara, Zor- El, sabes a lo que me refiero.

Ella exhaló con fuerza. — La niña. — Medio balbuceó, quien estaba luchando por escapar de Kara y refugiarse entre mis brazos. — Ella... ella... te escucha...

—¿Cómo está la niña más hermosa del mundo entero? — Escuché un jadeo ofendido. — La de los ojos cielo más preciosos del universo. — Otro jadeo ofendido llegó de la rubia mayor. — La de pelito rubio tan hermoso como el sol de media tarde.

—Oye...— Definitivamente Kara estaba con el entrecejo fruncido y con una mueca claramente ofendida. — Yo soy hermosa. — Puntuó con cierto toque juguetón de celos. — De hecho, ella se parece a mi. — Con delicadeza la dejó sobre mis brazos, sabiendo que era hora de su rabieta por sentirse desplazada. — De mi heredó su belleza.

Sonreí. — Eso fue lo que dije con claridad. — Di un beso sonoro en el cachete de mi niña, quien lanzó una fuerte carcajada. — Ella es la niña más hermosa del mundo. — Otro beso suave se depositó en la mejilla sonrosada de Kara. — Porque tu eres la mujer más hermosa del mundo.

Las manos de Kara se dispararon en dirección hacia donde estaba, acariciando con dulzura mi mejilla, como si aún tuviera ese miedo latente de que me pudiese romper de algún modo por la presión de la vida misma. Luego de eso un beso suave llegó, acariciando mis labios con una vehemencia y con una adoración absurda, que nadie podía simplemente expresar con un beso. No obstante, Kara si podía; era como si ella me basase y como si el alma misma de esa mujer fuera puesta entre mis manos para cuidar de una vez y para siempre.

—Tu eres la mujer más hermosa del mundo. — Musitó con suavidad, antes de simplemente volver a sumergirse entre mis labios como una especie de adoración súbita.

Besarla siempre era una experiencia de otro mundo, una magia que por obvias razones, nuestra hija no comprendía.

El estómago de Lutessa rugió con fuerza. — ¡Ma! ¡Mi! — Gritó esa especie de dimituvo que había adquirido para nosotras.

Kara abrió la boca, quizás para burlarse del apetito voraz de nuestra hija, sin embargo, su estómago rugió con el doble de fuerza, llegando a espantar al pobre cachorro que se encontraba en una paz absoluta esperando a que decidiéramos levantarnos. El sonrojo llegó nuevamente, como una consigna de un Zor-El atrapado haciendo alguna travesura.

—Creo que es momento de levantarte, cielo. — Musité entre risas. — No creo que tu estómago lograse aguantar un minuto más sin comida. — De inmediato expandí la mano para acariciar la barriga de Lutessa. — Y como este pequeño diablo, es tu hija, dudo que su humor siga siendo tan bueno si no come en absoluto.

Kara lanzó una especie de sonido un tanto burlesco, lo suficiente como para poder ver a la rubia comenzando a correr con la mayor rapidez posible para tomarme al vuelto y tirarme en su hombro, como si fuese un saco de patatas.

La deuda de Los Luthor. - SupercorpWhere stories live. Discover now