La maldad del apellido Luthor.

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Kara.

—Eres tan bonita. — Terminé por susurrar como si estuviese hablando a un animal herido. — Tus hermosas mejillas. — La punta de los dedos se pasearon por la pálida piel. — Tus labios llenos. — Ella solo alzó una mueca, pero no se despertó. — Y dios, tus ojos, solo espero ver esos ojos hermosos apenas despiertes.

—Que creo que te miraran con odio apenas despierten. — La voz llegó suave a mis espaldas, alcanzada de inmediato por un suspiro sorprendido. — Porque de seguro, cuando despierte sin ningún dolor, va a querer un cabeza.

Alex tomó la cintura de su mujer como reprimenda. — Amor, no le digas esas cosas. — Podía ver en los ojos de quien toda la vida fue mi mejor amiga. — Este debe ser un momento feliz para todos, incluso para ti.

—Yo estoy feliz. — Musitó con cierta burla. — Ella. — De inmediato me apunto. — Es quien no estará feliz cuando mi hermana despierte.

No aparté la mirada de Lena, no podía porque estaba profundamente enamorada. — Le pediré perdón por la idiotez que hice con Lutessa.

—Y por desmayarte. — Lanzó Sam. — Y luego por volverte a desmayar, y finalmente por ponerte a llorar como una bebé.

—¿¡Puedes dejar de ser una maldita conmigo!? — De verdad comprendía que me merecía una reprimenda, pero no ese nivel de hostilidad. — Quiero... quiero...

Sam se soltó de Alex y me miró. — Sé que quieres ser feliz y toda esa mierda, pero osaste dejar a mi hermana sola en su trabajo de parto por estar haciendo idioteces. — La hermana mediana de los Luthor quería arrancarme la cabeza, podía verlo en el fuego de sus ojos. — Y de no ser porque Maya te fue a buscar, te hubieses perdido el nacimiento de tus bebés, cretina.

—Si lo dices así, suena horrible.

La mirada de mis dos interlocutoras abandonó la mirada clavada en mi rostro para desviarse a esos dulces ojos verdes que se abrieron con lentitud, aprontado el despertar de ese ángel posado en la tierra. Lena estaba despertado, y pese a que sabía que el miedo debía abordar mi alma por esa sed de venganza Luthor que recorría entre sus venas, yo estaba tremendamente feliz por ver que había despertado.

—Idiota. — Lanzó bajito, mirándome con cierta distancia. — Eres una idiota.

La necesidad de llorar una vez más me invadió, demasiado fuertes como para poder contenerlas.

Hice un puchero. — Pero soy la idiota que más te ama. — Quería darle un beso, deseaba mucho besarla, pero no sabía si sería bienvenida. — ¿Puedo besarte? — Pedí, sabiendo que ese deseo furioso me volvería loca. — Por favor, he querido besarte desde que me tiraste la bandeja por la cabeza.

—Te lo merecías. — Lena seguía siendo esa mujer fiera, demasiado llena de fuego como para acallarse. — Secuestraste a nuestra hija, pese a que me prometiste que no intervendrías en su primer día de escuela. — No me resistí más, solo puse ambas manos sobre sus mejillas y acariciaron la tersa piel. — Te llamé, muchas veces y no respondiste porque te comía la culpa. — Las piernas me impulsaron hacia arriba, más cerca de ella, de esa mujer que me daba vida. — Y no me mires con esa cara de idiota, porque sabes que la has cagado y...

—Yo te amo mucho.

Antes de que Lena pudiese lanzar otra queja mis labios cubrieron los suyos, tragándome completamente sus palabras y cada uno de sus suspiros en ese vórtice desesperado de añoranzas, agradecimientos y deseos. Las manos de esa testaruda mujer tomaron mi blusa y comenzaron a tirar, quizás en un intento desesperado de alejarme, pese a que su boca hacía todo lo contrario. El fuego que latía entre nosotras se mantenía vivo, más si era ella quien respondía al beso con tanto fervor, pese a que en algún momento sus manos intentaron separarme, más pronto que tarde terminaron por abrazarme.

La deuda de Los Luthor. - SupercorpWhere stories live. Discover now