Capítulo 5.

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Kara.

¿Era importante que respirara? Quizás podía vivir bien sin respirar en absoluto, sobre todo si eso implicaba que podría tener atrapada la lengua de Lena Luthor entre mis labios de esa manera tan pecaminosa que removía mis entrañas y me hacía querer saltar de cabeza a un volcán hirviendo.

Mis manos parecieron volverse inútiles en algún momento, quedando completamente quietas en si cintura y en su nuca, empujándola más cerca, más duro y más implacable. Y Lena, santo dios, esa mujer no hacía más que responderme con la misma fuerza, con ese mismo fuego que apenas podía soportar y/o romper.

—Mía. — Gruñí quedamente posando la mano bajo su mandíbula, mordiendo ese labio hinchado que parecía ser, de alguna manera más tentador que hace dos segundos. — Completamente mía.

La pelinegra solo me dio un jadeo furioso en respuesta, y casi de manera inmediata se inclinó lo suficiente para volver a besarme con un poco de torpeza, encajando su boca entreabierta con la mía, permitiéndome por primera vez irrumpir con mi lengua dentro de ese lugar tan acogedor que me hizo vibrar el alma.

No era un juego de tentar y de dominar, era una rendición absoluta en las que sus labios se entregaban a los míos y sus brazos se aferraban con tanta fuerza, que parecía temer absolutamente a que se llegase a acabar. Nos habíamos entregado completamente a lo que se supone que éramos, a eso que sentíamos y apenas nos daba espacio para respirar.

Le devolví el beso con igual fuerza, con el doble de ganas, sin importar que eso me mostrara como otra necesitada más. Mis manos comenzaron a cobrar fuerza, a tener valor de recorrer y apretar, flotando con delicadeza por el valle entre sus senos, enredándose en los botones que estaban a la altura de su vientre, abrirse completamente cuando llegaron a sus caderas y terminar por abarcar sus nalgas con una dedicación que incluso a mí me parecía irrisoria.

Los besos siguieron ese camino, dedicándose a perderse por completo en su cuello, hasta llegar a esa peca escondida justo bajo su mentón. Mis manos abarcaron cuanto podía de ese trasero tentador, tirando más cerca, más arriba, hasta que no se sintió como suficiente para apagar ese fuego que me estaba quemando de a poco.

Tiré hacia arriba, instándola a rodear mis caderas con esas piernas que parecían ser kilométricas, obteniendo una reacción en cadena de un jadeo sorpresivo y de un gemido roto, que en realidad no se podía saber quién los emitió y si en realidad fuimos las dos. Mis labios volvieron en busca de la boca tentadora, regalando un beso más que marco el camino de ida hacia la cama que nos recibió en un golpe sordo contra el mullido colchón.

—Lena. — Gemí contra su piel, sintiendo como reaccionaba a mis besos, a mis caricias. — Lena, vas a matarme algún día.

De manera inconsciente mis manos se fueron moviendo, hasta que ella misma extendió sus palmas y permitió que nuestros dedos se entrelazaran.

—Yo...

—¿Quieres esto...? — Pregunté aunque en realidad no quería saber esa respuesta. — ¿Lo quieres tanto como lo quiero yo?

Levanté mi mano, procurando pasar los dedos a lo largo de su perfil, dando una caricia superficial que hacía revolotear su piel y hacía cosquillas a mi corazón. Quise besarla y recordé que ese momento, en esta habitación, todo estaba permitido, que ella me había permitido besarla de una manera entregada.

La punta de los dedos se cerró sobre su mandíbula, hasta que nuestros labios volvieron a juntarse, esta vez en un beso más pausado, de esos que derraman sentimientos a cada segundo y terminan por gritar fuerte. Quiero más.

Lo hacía, en efecto lo deseaba con todas mis fuerzas que me diera abrazos entregados, de besos castos y de caricias furiosas, también deseaba furiosamente que se entregara y que me dejase hacerle el amor con dulzura, pero que también me dejase tener el sexo más sucio que se pudiese imaginar, solo con ella.

La deuda de Los Luthor. - SupercorpOnde histórias criam vida. Descubra agora