Capítulo 40.

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Alex.

Me deslicé cuidadosa hasta la cama en donde me esperaba esa dulce mujer que llevaba tiempo conociendo y enamorándome. Ella estaba calmada, estirada sobre la cama matrimonial de mi habitación, lugar que llevábamos compartiendo desde que ese hombre había aparecido para perturbar nuestra tranquilidad.

Desde Maggie, nunca me había planteado volver a vivir con alguien, de hecho había planteado proteger mi corazón los más posibles de los duros brazos del amor. Entonces llegó ella, esa morena de metro sesenta y cuatro que me reinició la vida y me hizo abrir los ojos para ver lo maravilloso que podía ser el mundo. Luego estaba esa niña, esa preciosidad de criatura que me había dado una dicha que no comprendía del todo, pero que solo podía experimentar.

—Se ha dormido como un tronco. — Susurré escalando a la cama hasta lanzarme a su lado en completa paz. — Estaba tan cansada luego de corretear todo el día con Kripto en el parque.

Sam dejó de lado el libro y me miró. — Ella extrañaba a ese cachorro endemoniado. — Lentamente se acomodó hasta estar refugiada entre mis brazos. — A veces de verdad creo que sería bueno que tuviese uno.

—Eres alérgica. — Mis manos parecía tener vida propia, enredándose entre sus cabellos. — No puedes ponerte en peligro, menos si el cachorro se va a estar subiendo a los muebles. — Mis labios buscaron el calor de su piel, besando suavemente su frente. — Tu vives en departamento, al igual que yo, en cualquier caso tendríamos que dejarlo entrar y subir a los muebles.

La escuché suspirar profundamente. — Quizás... — Se detuvo de abrupto, lanzando un suspiro temeroso. — Olvídalo, debemos descansar.

Algo pasaba por su cabecita, podía escucharlo rodar tras sus ojos, maquinando con especial de plan que desestimaba y volvía a armar. Sabía que si dejaba que guardara eso probablemente me arrepentiría mucho, porque deseaba con toda el alma que ella confiara en mí, que sintiera que me podría decir cualquier cosa sin miedo a ser rechazada. Deseaba con todo mi ser que sanara como ella me había sanado a mí.

—Oye. — Llamé tomando su barbilla entre mis dedos, conectando nuestras miradas en un instante. — ¿Qué es lo que estás pensando? — De inmediato un sonrojo apareció con fuerza, llamándome a besarla castamente, así que lo hice. — Dime, sabes que puedes hacerlo.

—Si tuviéramos una... una casa, quizás podríamos cumplirle un sueño a Rubs. —Sam, ella me estaba hablando de un plan futuro. — Podríamos tener una casa, juntas, como... como algo de ambas. — El corazón se me aceleraba. — Y quizás, podríamos tener un cachorro para Rubs. — Yo solo parecía poder abrir y cerrar la boca con asombro, sin proferir palabra alguna. — Olvídalo. — Susurró poniendo una mano en mi pecho. — Es... es demasiado...

De inmediato me lancé hacia el frente, atrapando sus labios en un beso abrasador, de esos que calentaban el alma y te hacían volver a respirar. La besé porque no había palabras que expresaran esa emoción y no quería que confundiera el silencio con una negativa, no quería volver a ver esa irada desilusionada nunca más en la vida.

—¿Puede tener muchas habitaciones? — Pregunté a ras de sus labios. — Quiero que tenga al menos cinco habitaciones.

Sam sonrió tan bonito que tuve que contenerme. — ¿Por qué tantas, cielo?

Otro beso se posó en sus labios. — Una para nosotras. — Un beso más se posó en su mejilla. — Otra para Rubs, porque pronto será una adolescente que nos querrá cerrar la puerta. — Un beso más fue a parar en el filo de su mandíbula. — Una para cuando nuestra querida sobrina Lutessa quiera escapar de sus odiosas madres. — Un beso más en su cuello. — Y de ahí, un cuarto por cada hijo que desees tener conmigo. — Un beso más en sus labios, esta vez con más malicias, acariciando su labio inferior con la punta de mi lengua. — Pero al menos deseo dos hermosas criaturas que tengan ese corazón tan maravilloso que tienes, los ojitos castaños y esa hermosa nariz respingada. Dos criaturitas más que sean iguales a ti y que me recuerden cada día lo que es ser la mujer más afortunada del mundo.

La deuda de Los Luthor. - SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora