Capítulo 18.

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Lena.

Un mes completo pasó desde ese día en el hospital, un mes completo desde que podía decirle novia a Kara Zor-El y donde ella caminaba a mi lado estoica, con el pecho inflado y con mi mano tomada firmemente. Era finalmente con si ella me presumiera a cada paso que daba, haciendo alarde de que había conseguido a la chica, y la chica en cuestión era yo. Kara sabía cómo hacerme sentir que era la reina del mundo.

—Sam. — Le tiré furiosamente una almohada para que la desgraciada despertara. — ¡Sam, necesito tu ayuda!

Recibí un ronquido perezoso. — Tengo una hija hiperactiva. — Vociferó con la cabeza enterrada entre las cobijas. — A la que le regalaron un perro y fue precisamente la desgraciada de tu novia. — De inmediato obtuve de vuelta la almohada que pertenecía a mi cuarto. — Merezco dormir hasta las una de la tarde un día domingo.

—Tendrás que volver a trabajar. — Intenté recordarle, obteniendo otro almohadonazo en mi rostro. — Eres mayor que yo, mujer, madura.

Se alzó abruptamente sobre sus brazos. — Y también soy la lisiada de esta casa. — Su cuerpo cayó demasiado pesado. — Necesito descansar más de ocho horas.

—Dormiste semanas, imbécil. — Rugí furiosamente. — No puedo creer que en este momento pienses únicamente en dormir. — Claramente no sirvió para que se compadeciera de mi estado nervioso. — Sam, necesito que despiertes porque necesito que me orientes en esto de buscar regalos para celebrar el mes de noviazgo, porque en mi puta vida había sentido esto y me da miedo desilusionarla.

De inmediato obtuve toda la atención de la chica a frente a mí. — Te has enamorado, querida. — Se burló dulcemente. — Supongo que quieres darle una sorpresa. — Terminó por tentar la información con dulces risas traviesas, como si ese fuese un secreto prohibido. — Y no sabes que hacer, porque tienes miedo de que sea demasiado poco o de que sea mucho y que Kara se pueda espantar. — Ella seguía hablando con dulzura sin siquiera abrir los ojos, juguetona ante cualquier cosa que salía de sus labios. — Te preocupas como si no supieras que esa mujer babea todo lugar en el que tu pisas; como si no supieras que cualquier cosa, aunque pequeña, implicará una felicidad extrema en esa rubia idiota.

—No le digas idiota. — Espeté con rapidez. — Ella solo es...

—Es Kara. — Esta vez mi hermana abrió los ojos con una sonrisa adorando su rostro. — La misma Kara que cuidó a tu sobrina sin tener nada a cambio mientras yo estaba en el hospital, la misma Kara que me enfrentó apenas había salido del coma porque estaba harta de que la juzgaran y que no le importaba un carajo el hecho de que todos pensaran mierdas, porque ella solo se dedicaría a quererte.

Era cierto, Kara era un ser humano espectacular. Este mes que había transcurrido había sido la persona más tierna del mundo, ofreciéndose a cuidar a Ruby durante los fines de semana, organizando pequeñas salidas en las que se nos permitía ser dos adolescentes que se habían enamorado por primera vez. Era normal encontrar detalles pequeños como una rosa sobre mi escritorio y mi café al punto perfecto al momento en que empezaba la primera reunión.

Cada minuto, cada segundo, durante un mes completo Kara me había demostrado que me quería y había hecho todo lo posible para conquistarme con gestos simples, dulces y con simpleza, sin llegar a ser ostentoso. Ahora era momento de que yo la conquistara, que le hiciera vez que era tan querida como yo me había sentido todos estos meses.

—Quiero hacer algo a su altura, Sam. — Confesé con las ansias corriendo por mis venas. — Quiero que sepa lo que me hace sentir, que también experimente esa sensación de tener el corazón en la mano, listo para entregárselo a la persona que tienes frente a tus ojos.

La deuda de Los Luthor. - SupercorpWhere stories live. Discover now