Capítulo 27.

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Lena.

Eran las 10 de la mañana del día siguiente, ella seguía ahí, sentada en el mismo lugar que la noche anterior, con la misma ropa y cabellos despeinados; a su lado, Krypto se mantenía en una extraña posición de panza al sol completamente despreocupado.

Mientras miraba disimuladamente, podía ver que sus ojos se levantaban, comprobando si en algún momento salía o me apiadaba de su pobre y patética existencia. Se veía demacrada y con completa desesperación, sus ojos se habían hundido hasta lo insospechado y la oscuridad de las bolsas era demasiado tétrica para parecer una persona común.

—Tía. — La voz de Ruby sonaba apenada, baja y temerosa. — ¿Kara sigue ahí afuera?

—Así es, cielo. — La pequeña tenía una especie de culpabilidad dentro de sus ojitos, había miedo en su alma. — Ella sigue fuera.

Ella comenzó a incomodarse. — Pero... pero anoche hizo frío. — Estaba hirviendo en culpa, pensaba que el hecho de que ella se hubiese quedado ahí era por su culpa. — Puede enfermar.

—Cielo. —Tomé con extremo amor su mejilla. — Ella ha decidido hacer esto y puede irse cuando lo desee, así que no sientas culpa o temor. — Ella solo me miró con cierto temor. — Cariño, estará bien. No es tan imbécil como para dejarse morir.

—Ha sido idiota para venir a sentarse con el perro afuera de tu casa. — La pequeña tenía un punto, uno demasiado bueno a decir verdad. — En un país que es muy frío y que nieva. — Detestaba el maldito gen Luthor que primaba en su maldito pequeño cerebro; era un maldito genio. — A mi parecer parece bastante estúpido de su parte.

Tenía razón, la maldita enana tenía toda la razón. — Cariño, no puedo dejarla entrar.

—¿Por qué? — Si mi hija salía igual de inteligente, estaría en problemas. — ¿Es por Lutessa? — Maldita sea. — Tía, Lu es tu hija y Kara, ella no le haría doler.

—Es... es más complicado que eso, cielo.

La niña pareció pensar un minuto, el necesario para sacar conclusiones. — ¿Es porque Kara puede querer llevársela porque es igual a ella? — Enana maldita, no entiendo como es que podía pensar en todo con tanta rapidez. — ¿Tienes miedo de que quiera llevársela? — Todo parecía ser tan claro para Ruby, que me daba miedo. — No puede llevársela, ella es tu bebé, no la bebé de Kara.

Si supieras. — Cariño, no tenemos que discutir esto ahora. — No podía permitir que siguiera sacando conclusiones o me volvería loca. — Mejor vamos a tomar desayuno.

—Tía. — Por favor, no sigas, me vas a matar. — No creo que Kara esté bien.

—Sal de la ventana, cielo. — Si hacía café quizás dejaría de pensar de manera constante con en la irritante rubia al otro lado de mi ventana. — Si la ignoramos lo suficiente, ella solo se marchará.

—No creo que se pueda marchar si está desmayada. — No, por favor, no jueguen conmigo de esa manera. — Si, definitivamente se desplomó.

No sé porque comencé a moverme como una idiota desesperada para ver esa tarada rubia de espaldas en el suelo, con el cachorro intentando levantarla.

—Santa... mierda. — Espeté furiosamente.

De inmediato lancé un abrigo sobre mis hombros y me lancé directamente hacia afuera, encontrándome al perro que tiraba furiosamente de la manga de su blusa. La rubia estaba estúpidamente blanca, casi como si estuviese congelada.

—Rubia estúpida. — Refunfuñé alcanzando a tomarla por debajo de las axilas, intentando mover su pesado cuerpo para poder arrastrarla directamente hacia la casa.

La deuda de Los Luthor. - SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora