Capítulo 48.

814 100 3
                                    

Kara.

-No te vayas. - Pedí aferrada a ese cuerpo inconsciente. - Me lo prometiste. - La mirada se me estaba volviendo borrosa, ya no podía distinguir sus facciones, solo podía ver como sus ojos se mantenían completamente cerrados. - Lena, me prometiste que íbamos a ser felices.

Sentí una mano en mi espalda, pero no podía dejar de verla. - Kara, ya se ha ido.

-No. - Sollocé tirándome sobre el cuerpo inerte del amor de mi vida, abrazándola con fuerza. - Ella no se ha ido, no puede irse. - Sentía que ele alma se me estaba escapando cada vez que corroboraba su pecho no se movía. - Me lo prometió, Alex, me lo prometió.

-Ella prometió mantener a salvo a las niñas. - Sentía como sus manos se apretaban con fuerza en mis costados con un abrazo fuerte. - Prometió mantenerte a salvo y ha cumplido, Kara. - Sé que Alex intentaba consolarme, pero no era capaz de soltarla. - Tienes que dejarla ir.

Sollocé con fuerza. - No puede dejarme sola. - Casi me ahogué con mi propio llanto. - Lena, despierta. - Pero ella no me respondía. - Mi amor, despierta. - Y pese a que suplicaba y lloraba, no me respondió. - No puedes dejarme sola, corazón, no puedo hacer esto sin ti. - El color de su piel ya casi se había desvanecido por completo, demostrándome que casi la había perdido. - Lena despierta, no puedes dejarme sola.

-Kara. - Esta vez solo había lástima, el reconocimiento de que la batalla se había perdido. - Tienes que dejarla ir.

Algo dentro de mi se rompió en ese momento, dejando salir un sollozo casi ahogado y el contante hipido que provocaba que el alma se me estuviese rompiendo. La había perdido por completo, mi amor se había marchado y yo no había podido salvarla.

-¡Lena no me dejes, por favor!

El corazón me dolía, la cabeza me daba vueltas y la necesidad de lanzar un grito desesperado de dolor me estaba invadiendo; el pulse se me había acelerado a tal punto que el cuerpo completo se me había entumecido hasta el punto de que solo sentía como el sudor corría por mi espalda como un recordatorio de que seguía viva de alguna manera.

Entonces, una mano fría acarició mi hombro. - No te he dejado, mi amor. - Cerré los ojos, esperando que de alguna manera el mundo volviese a caer en su lugar y que todo dejase de dar vueltas. - Mi amor, mírame. - Esa mano ya no estaba en mi espalda, sino que recorría mi rostro como si fuesen mariposas. - Señora, míreme a los ojos.

Por fin tuve el valor de girarme, encontrándome con esos verdes profundos que la vida me había dado estaba ahí, vivos y brillantes como siempre.

Un suspiro trabajoso se me escapó y luego de esos las lágrimas me abandonaron, escapándose como una especie de protesta por ese dolor en el corazón que me habían provocado esas pesadillas que no me dejaban desde ese día.

-Estás aquí. - Sollocé dejando que ele peso de la vida cayera una vez más sobre mi cansado cuerpo. - Estás conmigo.

Fue casi automático que mi cuerpo se lanzara sobre el de ella, abrazándola con fuerza contra la cama, dejando que ese calor me acunara por completo y me corroborase que estaba conmigo, que seguía a mi lado sin importar nada. Era Lena, mi esposa, la madre de mi hija quien estaba acunada contra mis brazos, en la cama de ese departamento que prontamente dejaríamos para ir a un nuevo hogar.

-¿Otra pesadilla? - Las manos de Lena acariciaban el inicio de mi cabello, invitándome a hundirme aún más contra su pecho. - Háblame, corazón.

Casi con desespero mis dedos se hundieron dentro de la camisa de dormir para tocar su piel. - Alex me estaba pidiendo que te dejase ir. - El calor de su vientre se contrastó con el frío de la cicatriz que estaba en algún lugar debajo de su pecho izquierdo, donde la bala le había dado esa noche. - Pero yo no podía, no sabía cómo...

La deuda de Los Luthor. - SupercorpWhere stories live. Discover now