2. Puticlub

20.7K 878 86
                                    

Capítulo dos

¡NOTA IMPORTANTE ABAJO!

Aegan

Padre era un verdadero hijo de puta, un ex-mafioso sin escrúpulos que hasta después de su jubilación seguía dándome dolor de huevos. Y tal día como hoy, yo estaba insoportable. Tengo el ego alto, pero en mi interior lo admito. No me quejaba de mi actitud, pues me gustaba ser así; no tenía intención de cambiar.

Mi padre, el señor Mancini –por ahora, dejemos su nombre así–, había irrumpido en mi despacho, mientras yo pasaba el tiempo con una rubieta de tetas grandes, pero que, sobre todo, destacaba por un culo de tremendas dimensiones.

La mujer se fue inmediatamente, avergonzada. Hasta ahí había llegado mi ligue del día, maldita sea, con lo buena que estaba y ya no me la iba a poder follar. Porque solo quería a las mujeres para ello; nunca –a excepción de la escuela e instituto– había sentido nada más por ninguna chica, más que deseo.

Sí, era todo un don Juan.

— ¿Qué necesitas, padre? — acomodé bien mi entrepierna, que había bajado de tamaño ipso facto, y sacudí cualquier resto de los fluidos de mi acompañante que podían haber quedado.

— Todo va mal, Aegan. Espera, ¿qué digo? ¡Fatal! — se exaltó. Ambos nos pusimos de pie con el escritorio marcando la distancia — Te dejé el negocio pensando que lo subirás de nivel, que ya no seríamos los reyes de Italia, sino que tendríamos mayor cargo. ¿Y ahora esto? Entre todas las mafias ya corren rumores, ciertos o no, hay que solucionarlos ya — remarcó el final. Sacó de su traje un periódico y lo lanzó a la mesa.

Era una noticia de última hora, informando de mi situación. Claro, esto debía ser público; el mundo entero me conocía, no trataba de taparme ante la sociedad. A pesar de ello, jamás alguien había tenido una prueba definitiva para meterme preso. Sé limpiarme el culo.

— Eres increíble, Aegan. ¡Hasta echaste a nuestro mejor y primer cliente! — el otro Mancini estaba que no se lo creía — Vamos a caer en la ruina.

— Eso no ocurrirá — corté de una sus lamentos. Él me estaba desesperando, creía que no era capaz de llevar un negocio a mis espaldas —. Tengo un plan de mejora en mente, aunque, para ello, necesitaba perder clientela. Esto solo es el principio del gran imperio Mancini.

En realidad, la razón dada a mi progenitor no era la verdadera. Evité decirle la verdad, pues aún se enfadaría más y no estaba en posición de aguantar otro de sus sermones. Hacía poco tiempo que había subido al trono y desde ahí, los clientes ancianos habían dejado de comprar mi mercancía. ¿Por qué? Por haber cogido con sus hijas.

Mi lista era larga y pocas mujeres quedaban por estar en ella.

Los viejos no superan que sus hijas no hayan llegado a tomar el control de la droga.

— Como nos vayamos al traste...

— Deja de exagerar, padre — interrumpí su amenaza —. No voy a dejar caer mi negocio, además de que ya no pintas nada en él. Tienes tu pensión y no ganas nada de la empresa, déjame dirigirla como a mí me dé la puta gana.

Hablé cabreado.

— Respeta a tus mayores, Aegan — me advirtió.

— Exacto. Que seas mi padre, más viejo o hayas estado al mando del Imperio por muchos más que yo, no simplifica que ahora puedas llegar y cuestionar mi trabajo. Trátame bien, porque hoy en día yo soy superior a ti, un simple movimiento y te mando a matar. No me temblará la mano.

Caprichos ✔️ [LIBRO I]Where stories live. Discover now