18. Póker

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Capítulo dieciocho

Aegan

Sorprendentemente a Melissa le fue bien en sus prácticas en la empresa, por lo que no tuve oportunidad de retenerla en casa. Se había acoplado perfecta a su puesto de trabajo; era más veloz que el rayo, aguantaba mis trabajillos sucios y estaba cualificada, aunque una noche me había admitido que era su primer trabajo.

Quizás, si en un futuro seguía igual, le aumentaría el sueldo.

Una mañana cualquiera, mi nueva secretaria me pasó una llamada proveniente de mi mejor amigo, Leo Foxter, quien me reclamaba por no haberle cogido personalmente mi número pri-vado. Me contó la partida de póker que se iba a llevar a cabo junto a otros miembros de la mafia, pero solo les faltaba un detalle: el lugar.

Yo, a cambio de participar, me ofrecí a organizarla en mi casa. Esta sería una gran oportunidad de volver a ser lo que antes mi imperio era, podría hacer buenos socios y ventas. Me la jugaría a apostar a lo grande y ganar sin miramientos por los demás.

Luego de colgar, llamé a Melissa, quien entró al despacho.

- ¿Necesita algo, señor Mancini? - me encantaba cómo salía mi apellido de su boca, tan sensual.

- Tendré una reunión de socios esta noche, por lo que no quiero que andes rondando por casa - en mi defensa, a parte de que no querí­a que pensaran que me tiraba a mi secretaria, podrí­a ser peligroso si alguno de ellos se la encontraba sola.

- Claro, señor, no saldré. ¿Algo más?

- Sí, agarra tus pertenencias, nos marchamos ya para alistarnos - ella asintió y se dio media vuelta para salir -. Por cierto, se ve preciosa en ese vestido, pero imagino que se verá mejor si es en el suelo.

Melissa salió casi corriendo de allí con las manos ocultando sus mejillas. Me carcajeé fuertemente al ver su reacción, pues cada vez que yo le hacía ese tipo de comentarios, ella respondía de la misma forma: se sonrojaba, intentaba ocultarlo y como no lo conseguía, acababa yéndose. Esto me divertía como nunca, era agradable hacerla sonrojar y poder burlarme de ella. Todas caían ante el Diablo.

Yo también recogí mis cosas y esperé en la puerta a que Melissa estuviera lista para irnos. Ella se posicionó a mi costado y en silencio, comenzamos a caminar hasta la salida. Bajamos en el ascensor, nos subimos a mi auto, el cual, hoy conducía yo y emprendimos el viaje a casa.

Melissa seguía sin hablar en el asiento y podía sentir la tensión entre nosotros, desde días atrás era así. Sin embargo, ella miraba la ventanilla, parecía que estaba ajena a cualquier cosa que sucedía, absuelta en sus pensamientos. Se acercaba su siguiente cita con la psicóloga.

(...)

- ¿Qué tal los negocios por aquí, Mancini? He escuchado que no estás en tus mejores momentos, que tu padre era mucho mejor que tú - habló uno de los hombres que participaba en la partida de póker.

- Los rumores me los meto en el culo. No deberías hacerles caso, son tan solo eso, engaños. El negocio va bien, como siempre - no mentí, aunque aún no nos habíamos recuperado del todo, con la ayuda de Melissa íbamos mejor.

- Me alegro - dijo nada más por cortesía. Yo sabía que no era así.

Era mi turno de jugar y hubiera ganado si no es que un ruido proveniente de las escaleras me hizo voltear la cabeza. ¿Qué había sido eso? No vi nada, sin embargo, sí que vi de reojo como Leo miraba mis cartas. Rápidamente las aparté de él.

Maldito hijo de puta, siempre haciendo trampas.

- ¿Qué fue eso, Mancini? - preguntó uno de la mesa - ¿Es que acaso has preparado una sorpresa para nosotros? - me vio pícaro. Lo miré mal.

Caprichos ✔️ [LIBRO I]Onde histórias criam vida. Descubra agora