17. Trabajo encontrado

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Capítulo diecisiete

Melissa

Me encontraba leyendo un libro de la biblioteca en el sofá de la sala. Como todos los días, ya se me había hecho costumbre que el señor Mancini llegase a las tantas de la noche. Al principio, cuando él llegaba yo ya había cenado y me relajaba en el salón, pero luego me di cuenta de que quizás, para romper el hielo, lo mejor era esperarlo; así que, aquí estaba esperando, hambrienta y soñolienta.

Cuando pensaba que terminaría dormida sobre el mueble, la puerta principal se cerró y los pasos se acercaron. Luego, Aegan me acarició la mejilla, por lo que abrí los ojos.

- Vete a dormir, Melissa - me mandó.

- Aún no he cenado.

- ¿Y por qué no? Ya es muy tarde.

- Pamela dejó la cena hecha en el horno. Me pareció bonito esperarte para comer juntos; una buena cena con compañía podría subirte los ánimos, porque, aunque intentes ocultarlo, se nota que no estás pasando un buen momento - discurseé. Aegan rodó los ojos.

- No sabes nada - negó entre dientes.

- Por más que intentes ocultarlo, en todas las charlas nocturnas de la semana he podido notarlo. Eres un libro abierto cuan- do estás mal.

- Eres irritante cuando te lo propones, ¿lo sabes?

- Solo trato de ser amable contigo. Tú me has salvado de muchas y me has ayudado, me parece justo que yo también aporte algo en tu día a día.

- Nunca he necesitado a nadie, no sé por qué crees que estar contigo me va a servir de algo.

- No lo creo, lo sé. Si me lo propongo, soy bastante testaruda, pero eso ya lo sabes. Además, me sacaste del club y ya que no me dejas ir, creo que sería buena idea agradecértelo así.

- Venga, vayamos a la cocina.

Nos movimos hasta la isla del medio de la estancia. Ambos estábamos cansados, pero, aun así, trabajamos en equipo: el señor Mancini sacó los platos, los cubiertos y el agua, mientras yo servía la lasaña. A continuación, nos sentamos.

El rico olor inundó ms fosas nasales y me abrió el apetito.

- ¿Qué tal el día de hoy? - traté de sacar conversación.

- Como los demás - contestó cortante.

- Es decir, mal - afirmé. Él asintió -. ¿Qué ocurre? Tal vez pueda ayudarte si me lo cuentas. Solo sé que es relacionado al trabajo.

Aegan, justo en ese momento, recibió una llamada. Conseguí ver quién era: su padre. El señor Mancini suspiró y se levantó para contestar.

- ¿Ya?... Sí, padre... no te preocupes, no echaré a nadie más... que sí. Estoy en busca de una nueva secretaria... no jodas, padre, ahora manejo yo la empresa... - fue lo único que fui capaz de oír antes de que se metiera en una sala, a la cual, tenía el acceso prohibido.

Diez minutos después, Aegan volvió y retomamos la cena.

- ¿Me dirás ya?

- Eres insistente, eh - rio -. Estoy perdiendo clientes por- que no hay suficientes estancias para ir trasladando la droga - puse una mueca, se me olvidaba sus asuntos de mafioso -. Y si no era suficiente, hoy he despedido a mi secretaria. Era una inepta que solo servía de calienta camas.

- Bueno, en realidad, creo que no te voy a servir de mucha ayuda.

- Lo sé, Melissa. No quiero que te involucres en esto. Ahora tengo el doble de trabajo, porque tengo que encargarme del de July.

- Desde que Jessy se ha ido, estoy muy aburrida aquí sola. Bueno, está Pamela, pero ella tiene sus tareas.

- ¿A qué viene esto? - inquirió.

- He estado pensando en que tal vez me vendría bien salir, despejarme, conseguir una independencia económica... trabajar - mencioné con cautela -. Y me parece que siendo tu secretaria sería un buen comienzo. Así, podría devolverte el dinero que gastaste en el club.

- Ese dinero no te lo voy a pedir, no lo quiero. Pagué por ti porque yo quise, no para que me lo devolvieses, no fue un favor, ni tampoco es una deuda.

- Bueno, el caso es que se me cae la casa encima y necesito salir de aquí. Trabajar me ayudaría, me lo dijo Celeste - sí, eso fue en la segunda consulta.

- Trabajar para mí no es bueno. Mi trabajo no es normal, es peligroso y sí, aunque a veces es solo agendar, hay partes más complicadas, como tener que ver algún cadáver.

- Podré con ello - le aseguré.

- Ojalá un día dejes de ser tan testaruda - se agarró la nariz.

- Entonces, ¿eso es que sí o que no?

- Estarás a prueba - le sonreí. Lo iba a hacer todo perfecto -. Te lo permito principalmente porque necesito ayuda urgente, pero si veo algo como que te agobias o vas a sufrir, se acabó.

- Ya verás como no te voy a defraudar - le aseguré.

- Mañana nos vemos en la entrada de la casa a las siete menos cuarto, te mostraré el edificio y el funcionamiento de tu puesto. Usa ropa formal, pero que no muestre; no quiero distracciones o mal entendidos.

- Ahí estaré.

(...)

El mismo señor de la noche del club, Freddy, nos llevó hacia el edificio donde Aegan trabajaba y yo lo haría próximamente. Él iba de piloto, mientras que nosotros íbamos en la parte trasera.

Pronto llegamos al destino. Esta vez le puse más atención. Era una estructura alta y daba casi toda la vuelta a la manzana, pero descubriendo, supe que no era toda de él, sino algunos pisos. Aegan abrió la puerta, lo imité y bajé del auto. Luego, rodeé el vehículo y me posicioné al lado de mi nuevo jefe. Empezamos a caminar.

Entramos por una puerta de cristal giratoria y seguí a Aegan en silencio hasta el ascensor, ahí pulsó el botón que nos llevó al piso diecisiete. Para entrar, tuvimos que utilizar una tarjeta que, cuando se puso la luz verde, la puerta se abrió. La tecnología había avanzado ahí dentro, estaba en las últimas.

Pasamos por muchas puertas con carteles hasta llegar al final, donde había una más gruesa que las demás. Afuera, justo al lado, había un escritorio con un montón de cosas sobre él.

- Es aquí donde trabajarás - comentó, señalando la mesa -, tendrás que organizar mi agenda, pasar llamadas, traerme lo que te pida, dar la bienvenida a las visitas, repasar documentos, acompañarme a reuniones y más cosas que irás poco a poco descubriendo.

- ¿Ese es tu lugar? - señalé la puerta trasera. Él asintió.

- Comenzarás mañana, hoy solo te traje para explicarte y que veas. Aún te quedan cinco plantas más por ver, luego te llevaré, aunque, primero te tengo que explicar los horarios.

- Okay.

- Entrarás a las siete, yo a las siete y media. Vendrás y volverás a casa con Freddy, será tu chófer. Cuando yo llegue, quiero tener un café con un croissant de miel. Lo podrás conseguir en la cafetería de enfrente, la cual, podrás usar si quieres para comer. Tendrás dos horas para comer, de dos a cuatro. Y cuando regreses, solo te quedará una hora para poder irte.

- Okay - asentí, intentando retener toda la información.

- La cafetería es económica y está buena, con el sueldo que te daré, tendrás más que suficiente para ir allí.

Iba a recibir un sueldo. No sé en qué lo invertiría en el futuro, pero me alegraba conseguir dinero por mi cuenta.

- Y, por si no te ha quedado claro desde que nos conocimos, debes avisarme si vas a salir del edificio - agregó. Aquí está el controlador, estaba tardando demasiado.

Aegan entró en su despacho, dejándome fuera sin saber qué hacer. ¿Me iba o me quedaba?

Caprichos ✔️ [LIBRO I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora