13. Culpable

9.4K 422 9
                                    

Capítulo trece

Melissa

— ¿Qué haces, Melissa? — preguntó una voz detrás de mí. Lo ignoré y seguí en lo mío.

Otra vez: una, dos y...

— ¿Pero qué mierda estás tratando de hacer? — agarró con fuerza mi brazo, impidiendo que saltase por la ventana — Baja de inmediato de ahí.

— Esa es la cosa.

Sus brazos rodearon mis piernas. Hizo intentos de regresarme al piso del dormitorio hasta que lo consiguió.

Malditos hermanos Mancini.

— Bájame — le ordené.

Estaba sobre los hombros de Mitchell, como si fuese un saco de patatas. Pateaba, tratando de escapar de su agarre. Quería que me soltara para poder marcharme de esta mansión como fuese. Sus hombros fornidos se me clavaban en la cadera y me hacía daño.

— ¡Suéltame! ¡Suéltame, joder! — chillé por última vez.

El hermano de Aegan, que ya no me caía tan bien como antes, me dejó en el suelo. El mundo me dio vueltas y sentí unas horribles náuseas. Joder, puta resaca. Qué asco. Él lo notó y agarró mi cintura fuertemente. Sus ojos se clavaron en mí, al contrario que los míos, que solo se podían llenar de agua mientras pensaba en lo estúpida que había sido.

— Ibas a saltar, ¿en qué estabas pensando, mujer? ¿Acaso estás loca? Esto está muy alto, podrías haber muerto si no te hubiera frenado; ¿eres suicida y mi hermana no lo sabía? — unió cabos durante unos segundos —. Estás ebria, no piensas correctamente... te hubieras arrepentido.

— No eres mi padre, idiota — le dije —. Hago lo que me da la gana y no tengo que obedecer a ningún guaperas que se me acerque.

Mitchell soltó una carcajada y continuó hablando: — Me pone feliz saber que te parezco guapo, pero no estamos en eso, linda. Creo que necesitas bajar todo ese alcohol; si mi hermana te ve así, no evitará preocuparse. Vamos a bañarte.

Fortificó su agarré y me fue empujando hacia la puerta.

— ¡Suéltame otra vez! ¡No pienso meterme en la ducha contigo! — armé jaleo.

— Sé que no quieres bañarte conmigo, por eso nos vamos a la piscina que, al estar más fría, te bajará enseguida — sonrió cínico, mientras yo quería echar a correr —. Venga, en silencio, que nadie despierte.

— ¿Por qué lo estabas tú? — aparte de llorona y suicida, metiche.

— La maceta esa de ahí me advirtió. Los mafiosos tenemos un oído muy fino.

Cuando llegamos al jardín, el frío me recibió. La embriaguez disminuyó por ese vientecillo y empecé a estar un poco más consciente.

— ¡No quiero, idiota!

— Yo cortejándote y ayudándote y tú llamándome "idiota". ¿Crees un pago justo?

— No quiero meterme en la piscina, menos contigo. Déjame en paz.

— A la próxima no salvaré a ninguna dama que se quiera tirar por la ventana, ¿vale? — replicó enojado y sarcástico.

Luego de un rato de forcejeo, me cansé. Me di cuenta que era una gilipollez seguir intentando escapar, por lo que me rendí. Mitchell aprovechó y me alzó en el aire. Ya en el borde de la piscina, me fue despojando la ropa y, a posteriori, me lanzó a la parte menos onda, pues cuando salí a respirar, el agua me llegaba por la cintura.

Él se fue quitando la ropa y se tiró detrás de mí.

Maldito idiota.

Nos quedamos mirando fijamente. Luego, Mitchell bajó si vista por todo mi cuerpo y yo, como ya estaba consciente, me incomodé y tapé con mis manos lo que alcanzaba.

Caprichos ✔️ [LIBRO I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora