52. Asuntos que resolver

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Capítulo cincuenta y dos

Aegan

Dieron las diez y media de la noche cuando terminamos de cenar junto a la familia y los amigos. Como teníamos cosas muy importantes que resolver, rápidamente nos despedimos de los invitados, a los cuales no veríamos por un mes, y, después, nos montamos en el mismo vehículo que antes para irnos.

La casa donde July estaba encerrada estaba a unos cuantos minutos largos de la ciudad, concretamente en el antiguo local de Leggio. Melissa, que se había cambiado a un vestido más cómodo, yacía en el asiento de al lado con la cabeza apoyada en la ventana. Se notaba que se encontraba muy cansada, algo que debía de cambiar, porque lo último que ella haría sería dormir.

- ¿Por qué vamos por aquí?

Parecía ser que Melissa se acordaba del camino de donde había venido. Mi esposa se enderezó y, además, se tensó sobre el asiento.

- Mis nuevas estancias son las que eran de ese capullo de Leggio. Y si algo te preocupa, los muertos no pueden hacerte daño, ya están en el otro mundo.

- ¿Cómo es eso? - arrugó la nariz.

- Lo mate hace un tiempo - me encogí de hombros y seguí conduciendo con cuidado.

Melissa solo hizo un pequeño sonido con la boca de asombro. Después se dedicó a estar en silencio durante el resto del camino. Cuando llegamos a nuestro destino, aparqué justo en la puerta del local, la cual, estaba iluminada por varias farolas alrededor. Bajé del auto y lo rodeé para abrirle la puerta a mi mujer.

Ella tomó la mano para bajar y sin soltar mi mano, le di un mini recorrido por los pasillos hasta llegar al final del local, donde una puerta estaba cerrada. Encendí la llave de la luz y entré con Melissa pisándome los talones. Esta, se posicionó a mi lado con los brazos cruzados mientras veíamos a July prácticamente desnuda en una esquina del cuarto.

- Mírala, amore mio, ni siquiera se atreve a levantar la cabeza - reí.

Mi esposa me acompañó en la risa. Fue el momento en el que July se levantó del suelo y nos miró, mientras se tapaba con sus brazos lo que podía de su desnudez. Pobre ilusa, los dos habíamos jugado con ella. Lo mejor de todo es que había sido idea de mi esposa y es que, claro, al final, estar conmigo había dado sus frutos.

- Aegan, por favor, sácame de aquí - suplicó, acercándose a mí. Sin embargo, ella no pudo avanzar cuando Melissa se puso delante mía, marcando territorio. Me mordí el labio inferior; se veía tremendamente sexy por estar celosa -. Tú sabes que te puedo complacer de varias maneras. Puedo ser mejor que ella.

- No lo entiendes, July. Hoy me he casado con la mujer que amo y pretendes que la deje por ti. Pues estás muy equivocada. Si antes de conocerla a ella no te hubiera querido para nada más que un polvo, ahora, teniéndola junto a mí, no me voy a divorciar - pasé la mano por la cintura de Mel para protegerla de la mujerzuela. Si bien la otra no tenía nada con lo de atacar, de momento, seguía teniendo las extremidades intactas.

- ¿Qué tiene ella que yo no? He estado meses a tu lado y cuando llega ella, ya no me miras - aquella mujer, la que era mi antigua secretaria, ya no parecía la misma. Parecía desquiciada, como si tuviera algún trastorno mental.

- No te las diría porque no tienes nada que ver, esto es entre Melissa y yo, pero, ya te adelanto que muchas más cosas que tú.

- Me estoy aburriendo de ser espectador - canturreó Melissa en mi oído.

- ¿Entonces?

- Deseo que muera ya y quiero hacerlo yo. Deja que sea mi primera muerte, porfis.

Esto me sorprendió. Me giré deprisa para quedar cara a cara. Yo tenía una expresión de asombro, pues no me imaginaba que ella, una inocente mujer, me pidiera que dejara la muerte de una persona en sus manos. Por otra parte, Melissa me miraba con una sonrisa tímida y con los ojos inyectados en sangre. Jamás la había visto así, parecía que el haberse casado conmigo hubiera abierto una nueva faceta.

- Toda tuya, cariño - le hizo un ademán para que se acercara a la próxima víctima de los Mancini -. ¿Qué necesitas que te traiga?

- Cuerda y un hacha - respondió, mirando fijamente a July.

- Ya vengo, amore mio. Y tú, July, como vuelva y sepa que le has tocado, incluso rozado, lo que has visto que he hecho con los asesinatos, nada será parecido a lo que yo te haga - le advertí.

No muy seguro de dejar sola a Melissa, salí de la habitación para ir al desván donde teníamos las armas guardadas. Busqué por ahí hasta que encontré lo que me pidió mi asesina favorita. La cuerda era fuerte y el hacha bastante grande y pesada, aunque no creía que eso se le resistiera a Melissa.

Al volver, la situación no estaba como antes. July estaba tirada sobre el suelo con el pómulo rojo, señal de que había sido golpeada. Por la parte de Melissa, ella estaba sobre mi antigua secretaria, le sujetaba los brazos con fuerza, mientras que su rostro y el resto de cuerpo (que se viera) estaba intacto. Sonreí por saber que mi esposa lo tenía todo controlado.

- Aquí lo tienes - ambas cosas las dejé alejadas de July, no fuera a ser que se le escapara y cogiera las armas -, ¿necesitas algo?

- Agarra la cabeza con la cuerda y sujétala, por favor - me pidió.

Así lo hice. Hice un agujero en la cuerda, como cuando ahogué al desgraciado de Leggio, y metí la cabeza de July en ella. Esta quedó inmovilizada, pues, si se movía, la soga acabaría con su vida. Sonreí por lo que estaba a punto de presenciar. Seguía sin creerme que Melissa fuera a matarla.

El resto pasó muy rápido: Melissa se levantó del cuerpo de July y anduvo hasta coger el hacha. Le daba pequeños golpes con sus dedos hasta que llegó, de nuevo, al cuerpo extendido en el suelo. Recorrió a la mujer con la mirada, de seguro que buscando un buen lugar donde golpear. Melissa sonrió y dio un golpe seco. El grito de July salió demasiado fuerte. A continuación, miré el corte, que fue en la muñeca. No estaba la mano entera cortada, pero sí se veía el hueso partido.

Luego, Melissa le dio otro golpe, esta vez en la pierna. Sin tocar el hueso, solo en el músculo. Dios, cómo me gustaba esto... Finalmente, mi esposa fue al punto clave, aquel que acabaría con su vida. Le dio en las costillas y en el esternón. La sangre nos salpicaba a los dos, manchándonos todo el traje del líquido. Los gritos de July habían cesado y solo se escuchaban los gruñidos producidos por Melissa, por la fuerza que estaba ejerciendo. Yo miraba la escena maravillado, era algo digno de admirar por mí, por el Rey de la Mafia italiana, el Diablo.

Los ojos de July se cerraron. Melissa dejó el hacha clavada en su corazón.

Wow.

Rápidamente solté la cuerda y di un par de pasos para llegar a Melissa, quien veía el cuerpo inerte sin ninguna expresión. Al principio pensé que se había arrepentido, después, mi pensamiento cambió. Mi mujer sonrió de un momento a otro, lo que me hizo repetir el gesto. La abracé contra mi pecho, le besé la mejilla y acabé con mis labios presionados sobre los suyos. Cuando nos separamos, ella habló.

- Me ha gustado... - tragó en seco, buscando su voz - me he sentido libre. Me ha gustado matar a alguien y no siento remordimiento - susurró como si fuera un secreto, mas, estábamos solos en la sala y, si alguien de ahí afuera lo escuchaba, no pasaría absolutamente nada.

- Me alegro de que estés bien, amore mio. Me pone muy feliz saber de que eres como yo, mi Reina de la Mafia y también para el resto - acaricié su mejilla mientras le echábamos un vistazo al cuerpo sin vida, que era digno de admirar por su estado -. Pero, ahora, hay algo más importante que avisar al resto de tu existencia en el mundo negro... necesitamos nuestra noche de bodas y me encargaré de ello en un hotel que he reservado.

- ¿Desde cuándo está reservado?

- ¿Desde cuándo eso importa? Aunque si te produce mucha curiosidad, desde el día que supimos la fecha de la boda - le respondí.

- Creo que el ocho de septiembre se ha convertido en mi nueva fecha favorita - anunció.

- Oh, cariño, ya te aseguro yo que sí lo será o, al menos, la mía así lo será.

Caprichos ✔️ [LIBRO I]Where stories live. Discover now