5. Amistades

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Capítulo cinco

Melissa

— ¡Papá, mira! — llegué al salón. Mis padres revisaban concentradísimos unos papeles que estaban esparcidos por la mesa. Ambos lucían preocupados — ¿Ocurre algo?

— No pasa nada, mija — sacó la vista de las hojas —. ¿Qué tienes para mostrarme?

— ¡Me salió todo genial en el grado! ¡Ya terminé la figura del delfín! — chillé, emocionada.

Papá era jardinero y desde pequeña, yo había seguido sus pasos y sus ganas de aprender sobre la naturaleza. Estudiaba un curso superior de jardinería, donde solía aplicar lo sabido en concursos después de clases.

— ¡Tenía claro que podrías lograrlo! Ya te dije yo que con tranquilidad y paciencia te iba a salir perfecto — sonrió, pero no como él solía hacer. Su boca no llegaba ni a la mitad de donde solía mantenerse.

— ¿De verdad no pasa nada? — insistí con el ceño fruncido.

— No te preocupes — mamá invadió la conversación —. Sube a hablar un rato con tus amigas o sal al jardín, estamos haciendo algo importante.

Aunque mamá no parecía cariñosa, sí lo era. Sin embargo, para que ella se comportase así, tendría que ocurrir algo muy grave. ¿El qué? Ni idea; ya indagaría.

Asentí y subí a mi dormitorio para hablar con Brittany, mi mejor amiga. Estuvimos en llamada hasta la hora de cenar. Volví a ir al comedor, donde ya estaban servidos los tres platos. Mis progenitores estaban sentados, nerviosos, incluso les caían gotas de sudor por la cara. ¿Qué me estaban escondiendo? ¿Qué tan grave era?

Y no lo supe hasta el día siguiente.

Desperté abruptamente de mis pesadillas o, bueno, de mis últimos recuerdos con mi familia. Di las gracias mentalmente a quien fuese que estuviese haciendo tanto ruido en la parte de abajo, pues no quería recordar.

Mi estómago rugió de hambre cuando mi nariz olfateó un olor peculiar. Tenía el sentido del olfato delicado, ya que oler desde la tercera planta la cocina era complicado. O quizás Pam cocinaba muy bien.

Estaba consciente de que era dependiente, sin embargo, jamás me había gustado ser una carga. Por ello, hice mi mayor esfuerzo y conseguí moverme a la silla de ruedas. No quise avisar a Pamela porque seguro estaba liada con tareas del hogar. Con ese pequeño movimiento, sentí otra punzada en el vientre, como si me clavaran un cuchillo ahí abajo. Me encogí en mi lugar, mas supuse que era normal.

Bajé por el ascensor hasta el primer piso.

— ¿Quién eres? — preguntó la joven que parecía una adolescente — Nunca te había notado por aquí y viendo tu ropa, no creo que trabajes en esta casa — sus ojos recayeron en mi atuendo —. Espera, ¿eso es mío?

— Y-yo — titubeé, sin saber qué decir.

— ¡Jess, buen día! — Pamela llegó y abrazó por los hombros a la chica — Ella es Melissa. Vivirá aquí.

— ¿Eres novia de Aegan? — levantó la ceja.

— No — susurré tímida —, lo acabo de conocer. Él me ayudó y me trajo a su casa.

— Yo le di tu pijama — señaló Pam —. Pensé que no te importaría.

— Yo no tenía ni idea de que es tuyo. Si te molesta, puedo ir a cambiarme y lavarlo, puedo entregártelo enseguida; ya encontraré por ahí algo con lo que taparme.

— No te preocupes, Melissa — restó importancia.

Le sonreí.

— Tengo el desayuno ya preparado — avisó la mujer que me había ayudado la pasada noche —. Aunque debo hablar contigo, Issa.

Caprichos ✔️ [LIBRO I]Where stories live. Discover now