15. Ayuda

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Capítulo quince

Melissa

Llevaba poco más de media hora tirada en la cama. Mis piernas colgaban de esta y mis brazos descansaban sobre el colchón. Estaba agotada y sofocada por culpa de Aegan:

Bajé por las escaleras, ataviada con un vestido corto y fresco, pues el calor ya había comenzado. Antes de llegar a la cocina, alguien me agarró de la mano. Me giró.

- ¿Cómo estás hoy? - preguntó Aegan.

- Mejor. Gracias por preguntar.

Nos quedamos en un silencio incómodo. Él me recorrió con la vista, quedándose en mi pecho.

- No puedes andar así - su voz se puso seria. Se aclaró la garganta -. Sube a cambiarte, hablaré con Jessica para que te compre ropa menos... que muestre menos.

- Y-yo... iré enseguida - no tenía ganas de enfrentarme.

- Espera - me agarró del brazo otra vez, cuando iba a subir.

- ¿Qué ocurre ahora? - bufé molesta.

Cogió, de repente, mi cuello con sus manos y me acercó hasta que sus labios quedaron sobre suyos. Me sorprendí y no correspondí; la cercanía del hombre me asustaba.

- Mía - susurró cuando se separó.

Se marchó rápidamente con una sonrisa de suficiencia por el pasillo prohibido.

El hecho de que no le siguiera el beso no significa que no me gustara. Debía admitir que el señor Mancini sí sabía besar. Le tenía miedo al acercamiento de los hombres, sin embargo, algo en él me hacía sentir segura. Aegan me había salvado de tantas. En ese momento, comencé a creer que empezaba a sentir algo por él.

Qué tontería, ¿no?

- ¡Melissa! - gritó Jessica desde el otro lado de mi cuarto. La puerta se abrió y ella entró, pero yo no me moví - ¿Se puede saber qué haces así, cochina? Si alguien entra sin permiso te va a ver el chocho, ¿acaso no tienes la ropa interior y otra postura?

Cerré las piernas al instante, avergonzada. Ese era otro problema, toda la ropa interior me había desaparecido el día de ayer. Era extraño, claro que sí, no todos los días te desaparecen todas tus bragas, pero podía intuir por donde iban los tiros.

- Se suponen que las personas decentes entran tocando la puerta, Jess - reproché, arreglándome el cabello y bajando el vestido. No me había cambiado, aunque tampoco había salido del dormitorio.

- Pensé que ya habías notado que aquí no hay nadie decente.

- Tal vez tengas razón. ¿Sabes que me han desaparecido todas mis bragas del cajón?

- Mmm... qué raro. No tengo ni idea de dónde pueden estar.

- No importa, le pediré permiso a tu hermano para que me deje salir.

- Hablando de él... - subió y bajó las cejas, pícara.

- ¿Qué pasa? - hice la desinteresada.

- Como que Aegan siempre está muy pendiente de ti, ¿no?

- Supongo que sí - me encogí de hombros -. Pero es porque pagó por mí. Fui como una especie de inversión, no creo que le apetezca perder el dinero.

- A ver, puede que sí, pero yo me inclino hacía otro lado. ¡Te perdiste el cómo te defendió ayer! ¡Dios, menos mal que es mi hermano, porque si no, me hubiese puesto muy celosa... le hubiese saltado encima sin dudarlo! Te quiere, Melissa. No todos matan por una extraña.

Caprichos ✔️ [LIBRO I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora