48. Nuestros pasados

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Capítulo cuarenta y ocho

Hola! Con este capítulo se enterarán de por qué los personajes son así 👀
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Aegan

A la mañana siguiente, la luz dio en todo mi rastro, haciéndome así despertar lentamente. La noche anterior se me había olvidado correr la cortina para que no ocurriera esto, pero, claro, habíamos llegado tan cansados y yo con Melissa en brazos, que perdí por completo la cabeza.

Entreabrí los ojos poco a poco, nada más para que no me doliera la cabeza después. Aprovechando la situación, tuve la brillante idea de hacer el desayuno para ambos y traérselo a la cama a mi prometida antes de que ella también despertara.

Así que, sin más tiempo que perder, me puse manos a la obra. Primero de todo, cerré la cortina para que Melissa no despertara aún. Luego, en silencio, bajé a la cocina, donde se haría la magia. Y sí, decía «magia» porque era lo que necesitaba que sucediera para que todo saliera bien. Una vez allí, me quedé estático mientras pensaba en qué podía cocinar. Viendo varias posibilidades, opté por unos pancakes con sirope de arce.

Para mi suerte, los alimentos no quedaron mal, ni siquiera sabían a chamuscado. La cocina tampoco salió ardiendo, algo que me sorprendió y agradecí, pues, la cocina aún era nueva y no quería cambiarla tan pronto. Preparé los platos en una bandeja con una taza de café para cada uno antes de volver al dormitorio.

Llegué al cuarto sigilosamente y dejé la tabla en un lugar sólido y seguro.

- ¡Ey, nena, despierta! - susurré en su oído.

Melissa se removió en su lugar, mas no despertó. Me acomodé sobre ella sin dejar mi peso caer y comencé a repartirle besos por toda su cara. Ella era divina; tenía el rostro como una diosa griega, tan suave como la piel de un bebé. Sin duda alguna la amaba al más no poder y no quería separarme de ella nunca más.

Besé su frente, sus mejillas, su nariz, su barbilla y terminé por darle pequeños picos en sus labios. No importaba que no se hubiera lavado los dientes aún, ella tenía un sabor y olor único. Al final, Melissa acabó despertando e inconscientemente, me sonrió al darse cuenta de la forma de despertar.

- Buen día - saludé.

- Buenos días, Aegan.

Sin tener tiempo de coger aire, me atrajo mucho más hasta que la distancia de nuestros labios terminó. Ahora, este beso era más sabroso y mejor que los otros. Disfruté cada segundo que estuvimos así. A pesar de que no quería separarme, lo hice por el bien de Melissa, quien parecía estar ahogándose. Cuando pude ver sus ojos, noté ese brillo que tanto la caracterizaba. Uno que quería mantener y haría cualquier cosa para que no se perdiera.

- ¿Qué tal has dormido?

- Genial, ¿y tú?

- Contigo a mi lado, no hay ninguna noche que pueda ser mala.

Le acaricié la mejilla, entonces, un sonido extraño me hizo fruncir el ceño. Rápidamente me di cuenta que fue producido por el estómago de Melissa. Ella se sofocó al darse cuenta y se escondió en la curva de mi cuello, mientras que yo reí. Dios, qué bonita y tierna se veía cuando hacía eso, lucía como una pequeña niña.

- Tengo hambre, lo siento - se justificó.

- En ese caso, creo que es el momento oportuno para mostrarte una mini sorpresa que he hecho antes de que despertaras.

Me separé de ella y fui a por la bandeja con los alimentos. Luego, volví hasta el mueble, donde Mel, al ver que estaba ocupado de las manos, se encargó de arreglar mi parte de la cama. Una vez que estuvo listo, me tumbé a su lado con mucho cuidado para que no cayera nada. Ella contempló toda la comida.

Caprichos ✔️ [LIBRO I]Where stories live. Discover now