3. Bienvenida al Infierno

16.8K 749 38
                                    

Capítulo tres

Melissa

Me desperté aturdida en un coche desconocido. Mi cuerpo se sentía pesado, la cabeza me daba vueltas. Prácticamente estaba más allá que acá. Sin embargo, había sobrevivido. Me di unos segundos para contemplar lo que sucedía: alguien conducía mientras unos brazos me recogían desde atrás.

Mi movimiento alertó al chico, que apartó deprisa sus extremidades superiores. Suspiré agradecida; su tacto me daba temor. Él me vio directamente a la cara y, aunque yo estaba del revés, sus ojos me impactaron. Los conocía. Era él, el hombre de negro.

— No te muevas, Melissa — intenté sentarme.

Iba a hablar, pero tenía la garganta demasiado seca. La toqué y mi acompañante pareció entender, pues sacó una botella y me la tendió. Bebí.

— Gracias — dije de corazón. No solo me refería al agua, sino también al salvarme la vida y sacarme de allí.

— No hay de qué — se mantuvo serio.

No sabía cómo sentirme; si bien o mal. Por fin había dejado atrás ese club y no iba a volver jamás o, al menos, eso quería pensar. Pero por otra parte, no sabía a dónde estaba yendo, tampoco con quién o sus intenciones. Había muchas posibilidades de que algo saliera mal. ¿Cómo viviría a partir de ahora? ¿Trabajaría? ¿Obecería? Antes, mi futuro estaba escrito: iba a morir; en estos momentos, otra vez era borroso.

— ¿Adónde vamos? — me atreví a preguntar.

— A mi casa.

— ¿Por qué me has sacado de ahí?

— No querrás saber el motivo, Melissa — me hizo pensar lo peor. Si ya estaba asustada, ahora me lo encontraba más.

— ¿Y por qué me has salvado? — inquirí.

— Eres demasiado preguntona, ¿te lo han dicho antes alguna vez? Pero, a tu pregunta, eres mi nuevo capricho.

Decidí quedarme en silencio y no seguir preguntando. La situación se comenzaba a sentir incómoda, aunque debía aguantar; no podía ser una malagradecida con él.

Mi dolor de cabeza aumentó y mis párpados empezaron a cerrarse poco a poco, mientras mi cuello descansaba sobre el muslo del hombre. Mientras contemplaba las vistas de la noche por la ventana del vehículo, caí rendida de nuevo.

Cuando volví a desvelarme por una jaqueca insoportable, seguía siendo de madrugada. El auto se estacionó enfrente de una casa enorme, la cual, supuse que era la de mi acompañante. Él se quedó quieto a mi lado y yo hice lo mismo, esperando cualquier orden.

— Vendrán a por ti, Melissa — avisó. Levanté el labio, confundida... ¿a qué se refería? —. El doctor ya está enterado de tu estado, por lo que te hará un estudio para saber cómo estás y si necesitas tratamiento.

— Oye... — lo llamé — ¿cuál es tu nombre?

— Aegan Mancini — me sonaba de las noticias, no obstante, mi mente no se encontraba en un buen momento para recordar.

Dos personas ajenas abrieron las puertas traseras. Aegan salió por sí solo, pero conmigo me ayudaron dos gorilas y me sentaron en una silla de ruedas guiada por un señor mayor con bata blanca. Debía ser el médico. Por último, les agradecí a ambos hombres, aunque no respondieron, solo asintieron.

— Bienvenida al Infierno.

— ¿Eh? — pensé no haber entendido correctamente.

— Eso, que bienvenida a mi casa, al gran averno de Italia.

Caprichos ✔️ [LIBRO I]Where stories live. Discover now