EPÍLOGO

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Capítulo sesenta y uno

Melissa

Terminé las clases de la universidad por el día de hoy.

Luego de una larga y extensa charla con mi marido, al fin me había convencido de volver a la universidad para formarme en algo que me guste. Al contrario de unos años atrás, ahora estaba estudiando para ser una buena cocinera y repostera y abrir mi restaurante. La jardinería había sido mi hobby desde siempre, pero, desde que conocí a Mimi, la anciana aquella que me ayudó durante mi embarazo, no pude sacar de mi cabeza la idea de tener un restaurante a mi nombre.

Yo quería rendirle culto a Mimi y que toda la ciudad la recordara, ahora que llevaba nueve meses fallecida. Cuando me enteré de aquello, fue un duro golpe. Estuve llorando durante días, aunque pronto tuve que seguir con mis deberes y obligaciones como madre de una pequeña niña.

Era la una de la tarde, por lo que me daría tiempo a ir a mi casa y tener un rico almuerzo junto a mi hija y Aegan. Sin perder más tiempo, me subí al auto que me había regalado mi padre cuando Evie nació y prendí la marcha. Como todos los días que tenía universidad, me tomó media hora en volver por el tráfico.

A la una y media llegué a mi hogar. Primero estacioné el auto en el garaje y, después, fui al interior para buscar a mi familia. Busqué por la planta de abajo, pero no encontré ni rastro de Aegan o Evie. En la planta de arriba tampoco los localicé. Entonces, caí en cuenta de que hacía muy buen día y quizás estaban pasando el día afuera.

No esperé más tiempo y salí al exterior. Busqué en la zona donde a mi hija le encantaba pasar el tiempo: un enorme parque que instauró Aegan para su pequeña princesa. Como supuse, allí estaban. Evie estaba siendo empujada por su padre en el columpio. Al verme, ambos sonrieron y Aegan frenó el columpio. A continuación, me agaché a la altura de mi niña de dos años, abrí los brazos, esperando a que ella llegara corriendo para darme un abrazo.

- Osito, mamá te ha echado de menos esta mañana - le di varios besos en la mejilla y la alcé para acercarme a Aegan. Evie rio -. ¿Cómo amaneciste hoy?

A pesar de que todos los días le preguntaba lo mismo, Evie ladeó la cabeza, sin entender lo que le decía.

- Se levantó llorando porque quería su leche, pero, cuando se la di, se calmó. Nada que no pueda solucionar - Aegan pasó un brazo por mi cintura y me atrajo para besar lento mis labios, ya que la pequeña niña estaba a nuestro lado -. ¿Qué tal te han ido las clases?

- Bien, estoy cansada y hambrienta.

- En ese caso, Pam hizo una rica ternera en salsa con verdura. De seguro que te gustará.

- ¡Colate! - chilló Evie.

- ¿Ya comiste? - la niña asintió. Por mi parte, miré a Aegan para que lo confirmara y así lo hizo.

- Entonces, aquí tienes una chocolatina que me dio la tía para que lo comieras - saqué del bolsillo del pantalón vaquero el trozo de chocolate envuelto en un papel y se lo tendí.

- ¿Tía Jess? - preguntó.

- No, osito, tú sabes que ella está en otra ciudad muy lejos. Ha sido la tía Britt.

Brittany y yo habíamos recuperado nuestro tiempo perdido después del parto de Evie y volvíamos a ser las mejores amigas inseparables, aunque, esta vez, teníamos que añadir a Jessica, quien también se había vuelto muy buena amiga con Britt.

- ¡Tía Britt! - gritó emocionada. Si algo había sacado de mí mi hija, era que se emocionaba con facilidad y alzaba la voz para que todos lo supieran.

Caprichos ✔️ [LIBRO I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora