58. Anuncio

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Capítulo cincuenta y ocho

Melissa

Al contrario de lo que había pensado hacía una semana, ahora me encontraba en un taxi de camino a la antigua empresa donde trabaja. Al final, Mimi me había convencido con sus charlas sobre el apoyo paternal. En resumen, aquella anciana me dijo que el bebé iba a necesitar una figura paternal y que no le podía negar ese derecho a Aegan.

Así que, ahí estaba. De camino para ver a mi esposo.

El taxi se estacionó en la entrada del edificio, le pagué, bajé del vehículo y suspiré mirando la entrada. ¿Y si ahora era él quien se negaba a verme? ¿Y si me echaba a patadas? ¿Y si negaba la paternidad del bebé? En fin, si esto ocurría, no importaba; yo lo había intentado y, sinceramente, pensaba que era mejor estar alejado de él.

Me encaminé a la recepción y subí angustiada en el ascensor hasta el piso donde se situaba el despacho de Aegan. Las nauseas llegaron cuando pisé el suelo. Carajos, esperaba no hacer el ridículo aquí y más porque todos me conocían. Las personas me saludaban con una sonrisa y la mano mientras caminaba hasta mi destino.

Cuando finalmente llegué, me di cuenta de que en mi escritorio ya no estaban mis cosas. En vez de eso, alguien más ocupaba mi espacio. Esto se terminó de confirmar cuando una mujer joven salió de la puerta de Aegan con una libreta y carpeta en las manos. La sensación de los celos junto a las nauseas fueron más fuertes.

- ¿Te puedo ayudar en algo? - cuestionó la mujer, mirándome con una mueca de desagrado.

- Estoy buscando a Aegan - contesté cortante.

- Está ocupado con unos informes, ¿tenía cita con él?

- No, pero es urgente. Soy su esposa - anuncié.

- Aegan no tiene ninguna esposa - se cruzó de brazos. Por mi parte, puse los ojos en blanco. Al parecer, yo ya era inexistente.

- ¡Claro que tiene esposa! ¡Soy yo y necesito hablar con él con urgencia! - me dio mucha rabia que no me dejara hablar con Aegan. Quizás habían comenzado los cambios de humor.

- Dígame su nombre - pidió mientras apretaba el telefonillo.

- Melissa.

Me crucé de brazos, esperando que esa mujer me diera alguna señal. Sin embargo, fue la puerta la que se abrió abruptamente y el cuerpo de Aegan se dejó ver. Él me vio sorprendido y con una pizca de felicidad y arrepentimiento.

- Mel, amore mio. Ven, pasa. Tú sabes que no necesitas avisar.

Se apartó de la puerta y me dejó espacio para pasar. Así lo hice, un tanto incómoda y, sobre todo, nerviosa por lo que pasaría.

- No pensé que fuera correcto presentarme en tu oficina después de haber salido corriendo y haber estado desaparecida durante tres semanas - confesé, tocándome el codo en señal de inquietud.

- Sigues siendo mi esposa, por lo que no tienes restricciones - afirmó con los brazos cruzados.

- Tenemos que hablar seriamente - avisé, sonando indiferente. Aegan tensó la mandíbula.

- ¿Volverás? - preguntó, aunque pareció ser más una súplica.

- Aegan - susurré.

- Por favor...

- Estoy embarazada - solté la bomba.

El resto pasó demasiado despacio. Aegan se había quedado mudo y sin expresión, mientras tanto, yo dirigí la vista a mi bolso y rebusqué dentro de él las dos pruebas. Las saqué y se las mostré. Ambas positivas. Entonces, fue cuando pareció reaccionar. Aegan sonrió al volver a mirarme.

Caprichos ✔️ [LIBRO I]Where stories live. Discover now