29. Secuestro

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Capítulo veintinueve

Aquí está el capítulo que les dije en el anterior. Distrutad, votad y comentad.

Melissa

Viernes, 13 de marzo

Me sentía observada.

Llevaba toda la mañana sintiéndome así. No sabía si era una sensación producida por mi imaginación o era de verdad. Por mi situación, no podía tachar nada; quizás sí me vigilaban o quizás no, pero no le tomé importancia. Aegan me había puesto guardias de seguridad para que estuvieran conmigo hasta cuando iba al aseo de la empresa. Era agotador y, por más disputas que hiciera con él, mi novio no se daba el brazo a torcer.

Suspiré algo estresada en mi cómoda silla de trabajo.

Me levanté de mi lugar con la intención de tomar un café en la cafetería de enfrente. Hice el mínimo ruido para que nadie se diera cuenta y pudiera ir sola; mi salud mental necesitaba eso. Lo conseguí y me agradecía a mí misma de poder haberlo hecho.

Otra vez me volvía a sentir observada.

Miré a ambos lados de la calle, quieta sobre la acera. No había nada, solo personas que pasaban deprisa queriendo llegar a su destino. Nada fuera de lo normal ocurría, por lo que decidí que sería mi imaginación.

El sueño ganaba la batalla, pues, la carta junto al paquete, aún rondaban por mi cabeza de vez en cuando. No había vuelto a recibir nada, tampoco se habían contactado conmigo. Pensé que era una broma de muy mal gusto. Y si no lo era, mi lista de sospechosos iba igual, sin ninguna pista para descubrirlo. Aquello me comía la cabeza porque no me conducía a ningún lugar.

Al final, me encontraba tan cansada que no podía concentrarme en el trabajo y este, comenzaba a acumulaba sobre mi mesa del escritorio.

Llegué a la cafetería, sintiendo paz por una vez en mucho tiempo. Se sentía la calma del lugar. Pedí mi café para que, luego de unos minutos, lo tuviera sobre mi mesa circular frente a una cristalera que miraba a la calle.

El frappuccino de caramelo bajaba por mi garganta mientras me helaba el cerebro. Si bien el frío seguía presente, no me importaba tomarlo con hielo, a fin de cuentas, me despertaba y eso era lo que quería. Me lo tomé relajadamente sentada en una mesa en el interior. Música clásica sonaba por el radiocasete y calmaba aún más mi interior.

Pagué la bebida y salí del establecimiento. Crucé la transitada avenida, doblé la esquina y me quedé estática. Como si de una película se tratase, el viento golpeó mi cuerpo, poniéndose mi vello de punta. Miré de nuevo hacia ambos lados, solo un hombre caminaba tranquilamente por mi lado de la acera. No le tomé importancia y anduve por la calle.

Luego pasé de largo al hombre, pero aún me quedaban unos metros largos para llegar a la puerta de la empresa. De repente, sentí un jalón en mi antebrazo, dándome contra la pared de piedra.

¿Pero qué mierda?

Intenté gritar, mas las palabras no salían de mis cuerdas bucales. Sentí como mi vida se esfumaba de un segundo para otro, mis ojos se cerraban hasta que no aguanté. Los cerré, permitiendo que la oscuridad me invadiera al completo.

Ayúdame Aegan, por favor.

(...)

Abrí lentamente los ojos. El dolor de cabeza me llegó de golpe, provocando que me echara la mano a la cabeza. Definitivamente había sido un golpe; llevaba puntos sobre una cicatriz. Algunos recuerdos me invadieron, pocos, pues había caído inconsciente.

¿Dónde estaba?

¿Desde cuando está aquí? ¿Tal vez horas? ¿Días?

La puerta de hierro se abrió, dándole luz artificial a la habitación negra. Un señor que solo conocía de vista desde hace unas horas, entró a la sala. Tirada desde el suelo, pude distinguir a mala penas su rostro: era joven, tenía lunares esparcidos por varias partes de la cara y lo que más me llamó la atención fueron sus ojos. Cada uno era de diferente color. Eran hermosos, pero no como los de Aegan, estos estaban llenos de perversión y sin ninguna duda, parecía un loco maniático.

- Despertaste, Bella durmiente - su voz fría hizo que un escalofrío recorriera mi espalda dorsal.

- ¿Quién eres? - pregunté en un hilo.

- Alguien que desearás que al final te mate - respondió. Mi cara tuvo que volverse un poema porque comenzó a reír desesperado, mientras me apuntaba con su dedo acusador -. Eres muy bella, ya entiendo por qué te escogió a ti, él no es propio de estar solo con una mujer.

Hablaba de Aegan, estaba cien por ciento segura de ello. No tenía ningún otro novio, aparte de que él era un mujeriego.

- ¿Qué buscas? - hice el esfuerzo de hacerme la dura, aunque por dentro mis piernas eran gelatina, menos mal que ya estaba tirada en el suelo.

- Yo nada, me contrataron para hacerte daño físicamente, pero, por lo que veo, también te lo hago emocionalmente. Ahora después vendrán otras personas a verte - comunicó mientras sacaba algo de su bolsillo.

Se acercó a mí, intenté retroceder, mas no pude; me sentía muy cansada. Siguió su camino hasta mi espalda. Le miraba de reojo, controlando cada movimiento que producía y entonces, percibí el grueso material de una cuerda tocar mis muñecas. El señor me ató y luego lo hizo a un aro de la pared.

A continuación, su dedo trazó una línea imaginaria que iba desde mi nuca hasta mi mejilla. La acarició suavemente con sus manos rasposas y llenas de ampollas, haciendo que me tensara ante el tacto. No parecía Aegan ni en mis mejores sueños.

- Eres muy bonita, me da tanta lástima tener que destrozarte ese lindo rostro, pero todo por dinero, ¿sabes? Las cosas no están bien fuera del mundo en el que tú vives - hizo crujir su puño.

Mis ojos se cerraron inmediatamente cuando vi su mano venir hacia mí. Su puño cerrado creó un gran dolor contra mi mejilla. Sentí un costado de mi nariz sangrar, pues el líquido con un sabor metálico llegó a entre mis labios. Mi cuello se dobló ante tal golpe y desde ese momento supe que, además de tener una contractura en las cervicales, también me saldría un morado con el tiempo en el cachete.

- Fue un placer poder tocarte, bonita.

(...)

Necesitaba, al menos, una gota de líquido tocar mis labios.

- Agua... por favor - mi voz entre cortada salió nada más alguien abrió la puerta.

Desde que aquel hombre con heterocromía había entrado a la sala, nadie más lo había hecho. Había perdido la noción del tiempo y eso era desesperante. Podía pedir a gritos que Aegan viniera a por mí. Sin embargo, me hacía la gran pregunta, ¿me estaría buscando o ya habría pasado página?

- Melissa, que placer tenerte aquí - dijo un señor que podía conocer su crueldad.

- Déjame ir, por favor - supliqué.

Quise derramar lágrimas, pero me sentía totalmente seca. La única opción era el agua que se filtraba por la pared cuando llovía y para mi suerte, había escuchado la lluvia caer desde que estaba allí encerrada. Tuve el tiempo suficiente para explorar la sala lo que me permitía la cuerda. La habitación no era grande, sin embargo, con la cuerda no podía llegar a dos de las esquinas. El suelo estaba húmedo y mojado por algunas partes, haciendo que el frío allí fuera insufrible.

- No podías quedarte con Aegan, vosotros no estáis destinados a estar juntos - negó.

- ¿Qué busca? ¿Por qué a mí?

- Cariño, cuatro días aquí y aún no lo sabes, puedo notar que el golpe en la cabeza te afectó de verdad - rio -. Tú eras mi clave para recuperar lo que era mío, supe desde el primer momento que no tuve que darle el mando de la mafia a él, pero no tuve más opción. Hice surgir de nuevo un imperio y resulta ser más poderoso que el de tu estúpido novio. Tu eras una piedra en su camina que acabará inerte bajo algún pozo subterráneo.

- Libéreme, por favor... yo no diré nada, solo déjeme ir.

- Melissa, eso sucederá, pero cuando estés sin cabeza - me asusté integralmente.

- Aegan me encontrará - hablé, totalmente ilusa.

- Ya veremos si llega a tiempo, querida Melissa.

El hombre se marchó de la sala, volviendo a la vacía y solitaria habitación.

- Aegan, sé que me encontrarás. Hazlo, por favor, bebé... - supliqué mirando al techo.

Caprichos ✔️ [LIBRO I]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang