4. Las reglas para Melissa

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Capítulo cuatro

Aegan

Momentos antes...

Estaba en el coche, mientras Melissa era transportada por mi chófer. Había concluido con sentarme detrás con ella, solo por si hubiese alguna emergencia.

Saqué el teléfono móvil y marqué a mi casa, donde Pam contestó.

¡Aegan, cariño! — a pesar de ser de noche, ella se había despertado por mí — ¿Ocurre algo para llamar a estas horas?

— Hola, Pam. Nada muy importante — respondí. Luego, continué relatando —. Sucede que Melissa viene conmigo a casa, necesito que prepares con urgencia uno de los dormitorios de arriba.

¿Melissa? — inquirió extrañada, aunque también pícara.

— La acabo de recoger de un burdel, no se encuentra en buen estado... y hablando de eso, también te quiero pedir el favor de que llames al doctor, que esté en casa lo más pronto posible, estamos a minutos de arribar.

Bien, lo haré — dijo decidida —. Mañana tenemos que hablar más seriamente, ¿sí?

— Sí, hasta luego.

Colgué.

Momentos después...

A altas horas de la madrugada, al final decidí quedarme despierto e ir a trabajar a la oficina de la mansión. Seguía sin encontrar los clientes necesarios para mantener mi puesto, pero, era cierto que no temía, pues tenía la fuerza suficiente como para acabar con quien se interpusiera entre mi camino. Por ahora, no había ideado la solución, aunque esperaba que fuese sencillo en el futuro. Mi cabeza no estaba centrada en ello.

Cuando vi el reloj, este marcaba ya una hora decente. Decidí que era buen momento para ir en busca de Melissa, ya que debía irme a la empresa lo antes posible. Me levanté del sillón, troné la espalda y me encaminé al dormitorio donde mi nuevo allegado descansaba. Entré sin permiso, total, no podía moverse de la cama.

— Arriba, Melissa — ella gruñó, somnolienta.

— Buenos días — saludó.

— No hay nada de bueno, solo levántate.

— ¿Podrías llamar a Pamela para que me ayude?

— Yo te veo bien así — la repasé de arriba a abajo. Ella llevaba un pequeño pijama rosa de seda, me imaginé que era de Jessica —. Te ves muuuy sexi.

Melissa se cohibió y se escondió entre las sábanas. Le intimidó mi comentario, aunque no lo hacía con malas intenciones. Eso sí, yo soy mafioso, es algo común entre mi vocabulario.

— No lo veo adecuado, Aegan.

— Nadie más que yo se fijará en ti, están advertidos.

— Por favor — insistió.

— No hay tiempo. Venga, déjame ayudarte que debo irme a mi empresa — cogí la silla de ruedas y la puse en un extremo de la cama. Después, me posicioné delante de Melissa —. Ponte una manta o una chaqueta, yo qué sé si así vas a estar más cómoda.

— No tengo nada para taparme.

— Toma — le ofrecí mi blazer. Melissa se lo puso. Le quedaba enorme, pero comparando su tamaño con el mío, se veía venir; así se pudo tapar hasta la mitad del muslo, opacando lo deliciosa que se observaba —. Te luce bien, sin embargo, te prefiero desnuda.

Se sonrojó; ese era el efecto Mancini.

— ¿Lista? — pregunté.

— Sí — asintió.

Caprichos ✔️ [LIBRO I]Where stories live. Discover now