42. Tiró la piedra y escondió la mano

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Capítulo cuarenta y dos

Hola, lectores!! Aquí está el nuevo capítulo...

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Aegan

- Nos vemos, Melissa - me despedí de mi novia.

- Avísame cuando llegues y si ocurre algo.

- Claro, amore mio - me acerqué a ella para darle el último beso de la semana. Luego salí con mi maleta de la casa en dirección al aeropuerto.

Ayer habíamos vuelto a recibir una nueva carta en la nueva casa, lo que significaba que sí nos estaban espiando, pues, nadie sabía donde vivíamos. Al final había decidido volver a México para usar nuestros sistemas más novedosos y poder descubrir quién nos estaba amenazando. La carta decía lo siguiente:

Ya hemos visto que se han ido a vivir juntos de nuevo. Eso no hará que Melissa deje de estar en peligro, tendréis noticias de mí en breve.

- M.J.

Al llegar al aeropuerto, Leo me esperaba apoyado en su coche Ferrari, con sus pintas de mujeriego total, esas que hacían caer a todas las mujeres a sus pies. No hay porqué negar que fui yo quién le enseño eso. Volviendo a la seriedad, después de saludarnos, ambos nos subimos a mi jet privado, el cual, nos llevaría a nuestro próximo destino.

El vuelo fue largo y aburrido. Mi mejor amigo tenía un humor raro que no hacía gracia. Por más bromas y chistes que gastara, ninguno era la suficientemente bueno para hacerme reír. Carajos, él debería de ir a un colegio donde le enseñen a dejar de ser tan pesado o, al menos, que tenga un buen sentido del humor.

Menos mal que, después de varias horas largas, por fin llegamos a México, donde unos capos que eran nuestros amigos nos esperaban con sus coches caros y blindados.

- ¡Qué alegría que hayan llegado! - habló Juan.

Leo y yo le dimos la mano en forma de saludo.

- Menos amistad y más formalidad, Juan. No hemos venido aquí para verte, si no que para trabajar.

Mi mejor amigo rodó los ojos, sonriéndole al otro hombre. Él era mujeriego, como ya había dicho, y también muy festero. Estaba seguro de que, ahora que estábamos en diferente país, Leo intentaría lo que fuera para irse a follar por ahí. Aunque lo atara a una silla, él escaparía; si era bueno en la mafia era por eso, tenía la capacidad de ser de lo más sigiloso y muy manipulador.

- No le hagas caso, amigo. Su mujer está siendo amenazada por alguien anónimo y está muy amargado desde eso - le susurró mi amigo a Juan, simulando que yo no lo iba a escuchar, cosa que fue al contrario.

- ¡Cállate, Leo! - le di un golpe en su brazo, el cual, le dolió.

- Sin violencia, diablillo.

- Cállate - repetí, pausando más.

Juan hizo una seña con su cabeza para que lo acompañáramos a su vehículo. Leo bufó y, después, lo siguió sin tener más remedio. Yo iba detrás de ambos, pensando en qué pasaría luego de nuestra estancia aquí. La noticia que obtuviese, ya fuera buena o mala, sería sorpresa y no tendría tiempo para una reacción, por lo que, lo que debía de hacer era pensar mi siguiente paso, tomando en cuenta todas las posibilidades.

Posiblemente, si encontrara a la persona, comenzaría planeando alguna emboscada para pillarlo y hacer que sufra. Si no obtuviera ninguna pista o persona, seguiría buscando en más lugar, incluso debajo de las rocas si tuviera que ser. Pero todo a su tiempo, primero tenía que centrarme en México para resolver el caso para que la segunda opción no ocurriera.

Caprichos ✔️ [LIBRO I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora